Extrañar

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Es algo normal extrañar a alguien que ya no está. Tal vez un ser querido o un amigo que está lejos o falleció. O tal vez alguna cosa que se perdió. Un objeto, un pincel.

Una mascota o algo más.

Pero qué pasa con aquel vacío que queda a largo plazo en el centro del tronco.

En el corazón.

Era claro para mí que aquellas mariposas lilas y violetas en mi estómago no revoloteaban aunque la pensara.

¿Por qué me sucede eso?

¿Fue un error dejar de hablarnos cuándo yo apenas me había convertido en una adolescente consciente e iba a salir del número de la mala suerte?

Últimamente pienso eso. Y lo odio. Porque antes no lo hacía. La bloqueé de mi mente y de mis pensamientos.

Pero ahora debo admitir que la extraño.

Extraño sus ojos fijos y puestos en los míos. Como el poste que por mil terremotos jamás se cae.

Extraño su risa que era tan contagiosa como la gripa. Extraño oírla en la pandemia. Irónico, que aquel virus nos unió más que nunca.

Extraño oír su voz diciendo el nombre que no era mío.

Y extrañamente, extraño todo esto.

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