01: Condes.

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Muro Sina, residencia de Brienne, afueras del distrito Orvud, 845.

La familia de la condesa de Orvud gozaban del jardín de una de las residencias que poseían.
Los arbustos completamente verdes, la tierra de donde emergen se veía sana y fresca. Las flores desprendían un olor tan natural, que incluso las abejitas no dejaban de admirarlas.

Blanche, la condesa. Una mujer de tez blanca y ojos grandes azul grisáceo, sus mejillas ligeramente coloreadas, y sus labios rosados, tan distinguida y con carácter difícil de alterar.

Le enseñaba a su hija las reglas básicas del té, comprendiendo el aroma, el color y el sabor del mismo así como tener pláticas con personas de mayor rango que ella, y no ser catalogada "como una niña aburrida y poco instruida". Mientras que el padre, el conde Kraft, simplemente leía el periódico escuchando lo que decían su esposa y su hija.

—Camille, levanta un poco más el codo, se ve triste tu postura —habló en voz suave—. Cuando tomes el té deja la taza sobre el plato y continúa con la plática...

La niña corrige su codo, para después tomar un poco del té.

La condesa de Orvud, Blanche de Brienne, madre de Camille de Brienne. Se les refiere como "alteza", aunque a Camille en eventos especiales se refieren a ella como "Baronesa Camille" u "honorable hija". Según escritos, cumplida la mayoría de edad, se le llamará "Lady Camille".

—Camille... —Ahora era su padre quien le hablaba—. El doctor Grisha vendrá dentro de unos días, me comentó que te traerá el libro de medicina naturista que se publicó en el distrito Klorva.
El padre retira el periódico para ver a su hija enfrente de él, conectando su mirada violeta con la de ella, sonríe cálidamente para decir: —Pero solo te lo dará hasta que tus modales sean lo más apropiados para las niñas de tu edad.

—Sí, padre.

El Conde Kraft obtuvo el título por matrimonio, pero ha tenido influencias en la corte. Su nombre completo es Kraft Veilchen-Királyság, conde de Orvud, esposo de Brienne.
Tez ligeramente morena, cabello café oscuro y ojos violetas, una mirada tan pacífica como la estática laguna de la residencia.

La familia disfrutaba de esa tarde tan amena, tan tranquila. Los padres dedicaban el tiempo a su única hija.
Las aves volaban por encima de la gran casa, su silbido era tan extraño como si anunciaran un mal presagio, la mirada violácea de Camille, observaba con curiosidad la dirección del vuelo... venían del sur.

—Ya está anocheciendo.

Prontamente la familia se retiró del jardín, preparándose para merendar y después irse a dormir.

Pasado las horas, la residencia de los Brienne fue irrumpida  por la policía militar, avisándole al mayordomo una terrible noticia.

—¡Mis señores! —exclamó un sirviente dentro de la casa, llegando a paso presurizado a la alcoba—. Mis señores, les tengo noticias urgentes de la Muralla María.

—Pavir, guarda la calma —habló pasivamente la mujer. Se colocó su camisola—, ¿qué es lo que sucede, para que haga tanto alboroto?

El hombre joven y de bigote grande, respiraba cansadamente. Recuperó la postura, mostrando una mirada de miedo e incredulidad.

—¡La Muralla Maria cayó hace unas horas y los titanes entran sin parar. Y en estos momentos, varios barcos están entrando a la Murallas Rose. La corte requiere de su presencia ahora! —gritó el hombre con impotencia.

Ich Liebe Dich [Armin Arlert]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora