Capítulo 1:Dejar de fingir

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Acomodé aquel mechón de pelo rebelde que siempre se escapaba de mi moño, mi apariencia debía ser perfecta. En realidad, esperaba que toda la presentación que hoy me tocaba dar en clase fuera perfecta. La había preparado con mucho esfuerzo por semanas, probablemente, si todo salía bien, conseguiría que mis padres y maestros dejen de presionarme por un tiempo.
Hace rato comprendí que era más fácil darles lo que querían, de lo contrario, te estaban encima todo el tiempo, y la presión de grupo por mejorar era muy dura. Sí, era mejor dar el máximo esfuerzo.
—Apresúrate, Nati, es tu turno —llamo mi amiga Eva, solía ayudarme siempre en mis presentaciones, eso me gustaba mucho de ella, aunque tal vez me convenía relacionarme con otras chicas más destacadas, Eva se ganaba su lugar.

—Voy, ¿estoy bien?
—¿De qué hablas? Sabes que siempre te ves muy bien, rápido, te llaman.
Según Eva, yo era el prototipo de belleza en Luxdor, la ciudad capital de nuestra sociedad, reconstruida después del colapso social de antes de los paradigmas.
Siempre elogiaba la manera en que armonizaban mi cabello rubio, con mis ojos celestes, expresivos y analíticos. Mi piel, de un tono calido para ser rubia, cubria un cuerpo bien cuidado, a fuerza de ejercicios y danza.
 Mis amigas me tenian de ejemplo a seguir, no solo en conducta, si no que solian estar atentas a mi forma de vestir y arreglarme, para imitarme. Para mi no era nada raro todo eso, de echo era algo natural, pero a veces tambien una incomoda carga.
Al entrar al salón, todos estaban expectantes por ver lo que sería la mejor presentación del trimestre, asta la directora se hizo presente para verme.
—Todos sabemos el caos en que terminó nuestro mundo, crisis económicas, hambre, desastres medioambientales —comencé—.  Pero la solución llegó con un avance de la ciencia que permitió el desarrollo exponencial de la humanidad: La implantación de los paradigmas. Con ellos el caos es cosa del pasado, y cada ciudadano puede dar a su sociedad lo mejor de sí, de forma previsible y armoniosa.
Podía ver la cara de satisfacción en mi maestra al explayarme en la presentación, siempre me usaba de modelo a seguir. Eso en verdad me fastidiaba, solo aumentaba la exigencia.
Pero tenía su lado bueno, siempre era incluida para todas las actividades de "privilegio". Lo que mantenía a mis padres tranquilos, y me daba una vida social muy rica, en eventos con otros "niños dorados".
Solo faltaba el desenlace final y estaría hecho:—Así, mediante la implantación de paradigmas y arquetipos, todos estos problemas sociales tan graves fueron superados, y nuestra sociedad actual es la utopía con la que soñó la humanidad desde tiempos inmemoriales.
Desde el fondo del salón, con aire desdeñable, se puso de pie aplaudiendo de forma exagerada Caleb, el rebelde sin causa del salón, siempre buscando llamar la atención.
Su amigo lo sentó de un tirón, y sonriendo a la maestra, que los miraba enojada, dijo: —Es que le encantó demasiado, señorita, muy bien, Nati, ¡excelente!
—Sí, claro, por las dudas, Caleb, ya sabe, usted no será incluido en el viaje de excursión.
—No hay problema, maestra.
Caleb aprovechó la breve distracción de la docente, para hacer contacto visual conmigo, y me guiñó un ojo, a lo que siguió un gesto divertido, como que se iba a morir por no ser incluido en el evento. Su payasada me hizo reír por un momento, pero rápido recobré la compostura, sabiéndome observada de cerca por la maestra.
—Muy bien Nati, si todos mis alumnos fueran como tú, ya me habrían ascendido a directora, pero bueno. Quiero que presten mucha atención al trabajo de Nati, porque así es como deben prepararse, con dedicación y sin escatimar esfuerzos, y un aplauso para la compañera.
Todos aplaudieron, y yo al volverme de espaldas a la maestra, no pude evitar poner los ojos en blanco, me fastidiaba que me usara de su modelito perfecto, pero ¿qué podía hacer?
Me senté, y sentí que alguien me rozaba el hombro suavemente, levanté la vista y era Caleb que me pasa rápidamente una nota a escondidas, la nota decía <<Dame dos segundos a la salida, tengo algo importante que decirte>>. Me di vuelta, y al ver sus enormes ojos verdes viéndome fijamente, por un momento una emoción poco conocida me recorrió completa, era atractivo el desgraciado, no se podía negar, con ese aire inconformista y desfachatado, aún más.
Sus largas piernas se doblaban buscando acomodo en el banco de la escuela, ya muy pequeño para su estatura. Solo tenia poco menos de 18 años, igual que yo, pero su precencia denotaba una hombria de alguien más desarrollado eso era muy atractivo para todas las chicas, que no disimulaban estar muertas por el.
Le indiqué con un pequeño gesto de la cabeza que sí, total, y la verdad ya estaba harta de portarme tan bien.
Siempre me esforcé porque no se me note cuánto me gustaba aquel pillo. Él no tenía nada que ver conmigo. Nada.
De hecho, éramos polos opuestos, al menos en apariencia.
En secreto admiraba su forma indiscreta de ser él mismo, y mostrar su inconformidad con todo. En el fondo, me gustaría ser como él. Pero yo sabía lo que más me convenía, y solo quería salir bien parada, bueno, la mayoría de las veces, otras, quería gritar que todo daba asco.
A la salida, traté de escabullirme de mis amigas, no quería que me vieran hablando con Caleb.
—Estuviste supergenial, Nati, si yo pudiera dar una presentación así, me ganaría todos los eventos sociales.
Aunque tal vez, igual no me tengan en cuenta, hasta que no baje unos kilos, al menos —dijo Eva, acomodándose el uniforme, como tratando de que le siente mejor.
—No debes preocuparte por eso, ya te lo dije, en el verano practicaremos natación y te pondrás relinda —Traté de animarla, aunque sabía que su aspecto físico sí le jugaba en contra, para qué decírselo, si ella lo sabía mejor que nadie.
—Mi presentación será aún mejor que la tuya, Nati, voy a hacer historia, la presentaré con imágenes, ¡Será sensacional! —dijo Verónica, mi nada competitiva amiga.
—Disculpen, chicas, olvidé algo adentro, ustedes vayan, yo después las alcanzo —dije para perderlas.

Me escondí detrás de una columna y esperé que se vayan. Sentí que alguien me pellizcaba suavemente la espalda.
 —Ven, sígueme, iremos donde podamos hablar tranquilos —dijo Caleb y tomándome atrevidamente la mano, me llevó a la azotea del edificio.
Al llegar, corrió con fuerza una vieja puerta en desuso, y me dijo que pasara. Con desconfianza, me asomé a la terraza olvidada de la escuela, nadie venía aquí hace tiempo, bueno, casi nadie.
—¿Qué hacemos aquí? —le pregunté cada vez más inquieta, pero a la vez, la curiosidad me podía.
—Solo quiero poder hablar contigo un momento sin que nos interrumpan, además sé que no sería bueno que nos vean juntos. Te he observado, y sé que te gustaría que las cosas fueran diferentes.
—No sé de qué hablas, ¿diferentes cómo?
—Deja por un momento tu papel de niña perfecta, yo sé que en el fondo no eres así, sé que anhelas más libertad, ser tú misma, y no tener que conformar a todos siempre.
— ¿Cómo tú? —busqué donde sentarme un momento, y reflexionar un poco.
—No como yo, ser tú misma, con virtudes y defectos, y ser aceptada.
—Suena bien, pero es imposible.
—El mundo ya cambió una vez, ¿verdad? Podemos hacer que cambie de nuevo, estoy seguro.
—¿Quién? ¿Tú y yo? No lo creo.
—Hay más que piensan igual, te llevaré a conocerlos.
—Espera un momento, yo no quiero meterme en ningún lío, quiero andar bien y disfrutar de los privilegios, estuve bien hasta ahora así.
Él me miró fijamente, como tratando de entrar en mi mente y leer mis pensamientos. Me desarmaba cuando me miraba así. Bajé la vista, como buscando privacidad.
—¿Y qué haces aquí, si nada te molesta? Si vives conforme con cómo son las cosas, no finjas, sé muy bien que estás harta de representar el papel de niña perfecta.
—Y aunque así fuera, pero ¿qué puedo hacer? Tampoco me llama la atención vivir castigada como tú.
—Por eso lo que debe cambiar es la forma en como vivimos, ¿tú quieres que te implanten los paradigmas en unos meses? Ya no serás del todo tú, lo sabes, ¿verdad?
—Lo sé, es un horror, pero no veo escapatoria.
—No estamos solos, quedan librepensadores resistiendo en secreto, si nos unimos podemos cambiar las cosas. Te daré tiempo para que reflexiones, y si decides saber más, solo hazme un guiño con el ojo, y te conduciré hasta ellos.
Volvía a casa caminando, ya un poco tarde, pero no me importaba.
Sabía con exactitud lo que mis padres me dirían, y podía ensayar las respuestas en mi mente como si hablara con ellos. Cuando te instalan los paradigmas y los arquetipos en tu mente, te vuelves muy predecible.
Mis padres eran de Servicio Social, el paradigma más prestigioso, reservado a las mejores mentes. Y su arquetipo era cuidador y organizado, sus grandes cualidades.
Se instalaban en la mente al cumplir 18 años, y terminar la preparatoria. Después, todo era como debía ser, siguiendo la estructura implantada en la mente. No más sorpresas ni gente impredecible. Todos hacían lo que tenían que hacer, día tras día. Por supuesto, esto daba como resultado una sociedad muy organizada, y pacífica.
Al llegar a casa, jugué mi juego favorito, que consistía en decir por adelantado lo que dirían mis padres:
—¿Se te hizo tarde, corazón? —susurré entre dientes
—¿Se te hizo tarde, corazón? —preguntó mi madre.
—Sí, me ofrecí para un trabajo después de hora—. Sabía que eso le encantaría.
—De acuerdo, la próxima vez avisa —dijo casi al mismo tiempo que yo murmuraba.

No eran como robots, pero la mente por pereza actuaba de manera muy predecible, de acuerdo a sus estructuras implantadas, la verdad, no quería terminar así.
Durante la cena, los elogios y el ya sabido discurso de mi padre sobre lo bueno que será para mí el paradigma de Servicio Social.
Al terminar, como niña buena, a colaborar para lavar los platos, y ordenar todo, por supuesto.
Por fin, al cerrar la puerta, sentí que podía ser yo misma, al fin. Estaba agotada, no quería ver a nadie, por meses.
Saqué de su escondite secreto, el diario de mi abuela, mi tesoro más preciado. Lo encontré en el ático, con cosas olvidadas. Pertenecía a la época de antes de los paradigmas. Solía leerlo en secreto, ya que toda lectura anterior al estado presente de las cosas estaba prohibida.
Leí: <<Hoy me arriesgaré a ser más yo misma, aunque sea peligroso, amo la libertad, no me dirán qué hacer toda la vida>> lo cerré de un golpe, no podía creerlo, parecía un mensaje del más allá.
Ahora comprendía mejor lo que debía hacer. Una vida sin preocupaciones no puede pagarse con el costo de renunciar a sí misma. Es un costo demasiado alto.

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