El lunes no pude más. Solo tenía dos pistas minúsculas, pero me bastaban para comenzar. Una era el nombre de su instituto. La otra era la foto.
Empecé por lo que parecía más fácil.
IES Ricard Salvat. Parada de metro más cercana: Gornal. Línea 8. Tenían jornada intensiva. Perfecto. Así podía ir para allá después de terminar las clases de la mañana y antes de empezar las de la tarde (por fin pude verle alguna ventaja a estudiar en un colegio concertado con clases por las tardes). A mamá le dije que tenía que quedarme a comer en el cole para terminar un trabajo de inglés. Para evitar problemas añadí:
-Recuerda que no me puedes llamar, porque en la biblioteca es obligatorio tener el móvil en silencio.
(A veces mamá no se acuerda de las normas absurdas de mi colegio y después me echa a mí la bronca porque no contesto cuando me llama. Y encima los profes también me echan la bronca, por lo mismo).
Me sentí una persona horrible por colarle mamá todas estas mentiras, pero la causa merecía la pena. Eso pensaba yo en ese momento Lo peor de obrar mal no es encontrar el modo de justificarte ante los demás, sino hacerlo ante ti misma.
El instituto Ricard Salvat estaba en una calle corta y estrecha, sin tráfico rodado, junto a una escuela de primaria. Llegué hasta allí casi ala hora de la salida de clase. Fui directamente a la secretaría y pregunté por Eric García
La mujer que me atendía desde el otro lado de la ventanilla parecía un poco distraída.
-¿Quién?
-Eric García
-¿Es un profesor del centro?
-No. Un alumno.
-No me suena dijo. ¿De qué curso?
-Primero de bachillerato.
-Déjame comprobarlo.
Extrajo una hoja de una carpeta y consultó una lista. Tardó un poco, porque mientras lo hacía tuvo que atender tres veces el teléfono, hacer dos fotocopias y escuchar algo urgente que debía decirle una profesora. Después se volvió hacia mí y me dijo:
-No hay ningún alumno que se llame como dices. ¿Estás seguro de que estudia aquí?
-Claro -repuse.
-Espera un momento, le preguntaremos al director. Él seguro que lo sabe.
Mientras esperaba, eché un vistazo al pasillo. Estaba lleno de fotografías de esas tan típicas de último curso. Esas en que todo el mundo parece bobo y todos los profesores parecen muy orgullosos. Durante un buen rato busqué a Eric en las fotos, convencido de que iba a encontrarle y que le reconocería al momento.
A pesar de que nunca nos habíamos visto, creía conocerle muy bien.
-¿Eres tú quien me busca? ¿Cómo puedo ayudarte? -preguntó el director. Era un hombre de pelo negro, piel muy
blanca, que sonreía todo el rato. Mere muy simpático. Le expliqué que buscaba a alumno del centro.-Eric García, de bachillerato.
-No es de este instituto-respondió, tundo, meneando la cabeza.
-A lo mejor está en la ESO -me arriesgue pensando que tal vez Eric era repetidor y no se había atrevido a decírmelo.
-No, no. Conozco a todos los alumnos. Este no es un centro muy grande. No hay ningún Eric García. ¿Puedo preguntarte por qué le buscas aquí?
-Me dijo que estudiaba en este centro, El director meneaba la cabeza y fruncía los labios, como si lamentara la situación. Yo no perdía la esperanza. Ya lo dice mamá: a testarudo no me gana nadie.
-Es alto, moreno, delgado. Hace taekwondo. Es cinturón negro-dije.
-¿Cinturón negro de taekwondo? sal tó. No, no, seguro que no estudia aquí. Si lo hiciera, yo lo sabría y entonces bajó la voz, como si me explicara un secreto-: Yo soy cinturón azul. De momento.
Le di las gracias. Aún continué un buen rato mirando las fotos de las paredes, como si esperara un milagro. Los milagros no ocurren a menudo.
Después, volví al metro. No entendía nada. ¿Por qué Eric había puesto en su ficha de la biblioteca que estudiaba en aquel instituto si no era verdad?
Seguro que había algún motivo que yo no alcanzaba a comprender. Seguro que si se lo preguntaba me lo explicaría y sus explicaciones harían que lo viera todo claro de nuevo. El problema era preguntárselo. Para hacerlo debía confesarle que le estaba buscando. No era tan fácil.
Aquel día no comí. En parte, porque no me quedó tiempo. Cuando llegué al cole, después de mi excursión, el comedor ya estaba cerrado y solo quedaban 20 minutos para que comenzaran las clases de la tarde.
Por la noche, mamá me preguntó qué había de menú ese día en el comedor. Me lo tuve que inventar:
-Lentejas, pollo y fruta -respondí, sin vacilar ni un segundo.
Mamá no sospecho nada.
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Buenas buenas, como les prometí aquí está el capítulo. El martes tengo examen pero decidí arriesgarme a hacer el capítulo en vez de estudiar. Espero que les haya gustado el capítulo luego subo otro