Capítulo cuatro

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Había estado mirando la pantalla de su teléfono durante largos minutos esos últimos dos días. Y, si no estaba analizando las fotografías que le había hecho a Kenneth, estaba leyendo los primeros capítulos del bestiario de la biblioteca. ¿Qué cualidades descritas en el libro serían ciertas? Saber que tenía un vampiro real al que le podría preguntar dentro de unas horas la tenía extasiada.

Sí, había comido y cenado el sábado. Y sí, también había hecho las tres comidas el domingo, aparte de haberse tomado sus nuevas vitaminas y suplementos. No obstante, ¿cuándo empezaría a notar su efecto? ¿La mejoría? Seguía sintiéndose cansada, pesada y fatigada.

Esa misma mañana había desayunado una naranja y media tortita hecha por el tío Arthur, ya que él le había dicho que la vitamina C le vendría bien para evitar constiparse con ese frío. También se había puesto ropa abrigada, unos guantes con los dedos cortados y una chupa de cuero negra antigua que estaba en su armario sin saber cómo. En realidad, no se acordaba ni de dónde había conseguido la mitad de su ropa. Antes de salir de casa, ya con su bandolera al hombro, se había enrollado en el cuello una enorme bufanda. No cometería el mismo error del otro día.

Después, su corazón no lograba calmarse ante el pensamiento, pocas horas antes, de su quedada con Kenneth en el bosque, por el que ya se encontraba caminando. Para evitar ir con prisa de la universidad a la floristería se organizó y dejó tiempo suficiente para ir con calma: avanzó un trabajo que era para esa semana y lo acabó entero el domingo; definitivamente se sentía más productiva que en sus últimos años. Al parecer tener un propósito no estaba tan mal.

Inspiró el aire espeso del ambiente húmedo de la vegetación del bosque, amando como siempre la niebla que la envolvía. Aunque aún sentía molestias corporales y ese pesado cansancio, sí notaba una mejora anímica: no estaba tan irritada ni aburrida. Porque, obviamente, solo tenía en la cabeza la imagen de los ojos rojizos de Kenneth y sus colmillos afilados. Los cuales esperaba que estuvieran clavados en su cuello antes de que finalizara el día.

Sí, un buen inicio de semana, sin duda.

Su seguridad tambaleó ligeramente cuando ya llegó a la universidad, repleta de los estudiantes que parecían ir con prisa a cualquier lado. Buscó por encima de la marea de personas, esperando encontrar al vampiro que la había mordido o al que ella tenía amenazado. Identificó el cuerpo encorvado de Cameron entrando con rapidez al edificio, desapareciendo poco después.

No sabía si era por el nuevo objetivo que tenía, pero no sintió esa necesidad que había experimentado los días pasados de acechar a Cameron. Quería esperar por si ubicaba a cierto rubio de metro noventa. Repasó algunas de las habilidades que había recopilado del bestiario en su mente para preguntarle cuando se lo cruzara.

No podía ser que se hubieran encontrado varios días seguidos todas las mañanas para que cuando realmente quería verlo no apareciera, ¿no? ¿Estaba huyendo de ella? ¿No iría ese día a la universidad?

Tragó saliva. Era nuevo para ella, el sentimiento de una ligera incertidumbre.

El ceño de Nissa se frunció cuando ubicó a Wilmot y Calypso. Ella llevaba unas orejeras azuladas que iban a juego con su abrigo, mientras que Wilmot iba con la misma gabardina de siempre.

Los ojos verdosos de Nissa recorrieron los alrededores de ese par, buscando a Kenneth. Volvió a mirarlos por si aparecía por arte de magia junto a ellos, pero solamente seguían los dos, dando la impresión de estar algo incómodos sin la presencia de Kenneth.

¿De verdad Kenneth no iba a aparecer? Sintió el enfado burbujearle en el pecho, el cual se acentuó cuando hizo contacto visual con Calypso. La misma Calypso que solía ser amable o, al menos, no maleducada. Pero le dedicó una mirada ofuscada a Nissa.

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