Neyra apareció un rato después seguida por sus hermanos justo cuando acababa de ponerme los pantalones. Los miré arqueando una ceja en parte divertido y en gran parte avergonzado. Ella llevaba un vestido azul y ellos, pantalones y una túnica que les quedaba algo grandes, pero los tres iban descalzos. Era la costumbre que habían adoptado desde pequeños. Les gustaba saber lo que pisaban, aunque a veces temía que pudieran llevarse algún corte o algo peor.
—Vilma me ha trenzado el pelo, mira.
Levantó el extremo para mostrarla con una sonrisa de oreja a oreja que no había visto en ninguno de los tres desde que habíamos dejado la isla.
—Estás preciosa —dije devolviéndole la sonrisa—. ¿Tenéis hambre?
Los tres asintieron casi al unísono.
—Podéis bajar ya a comer. No tenéis que esperarme.
Gwenek se encogió de hombros, pero ninguno se movió mientras me ponía la camisa y terminaba de desenredar los nudos de pelo que no había logrado deshacer en la bañera. Casi podía oír rugir sus estómagos, así que aceleré. Apenas me daba cuenta de que mi casa era un lugar completamente desconocido para ellos y que necesitarían tiempo para hacerse al lugar.
Los guié al comedor de la segunda planta, frente al despacho y la biblioteca. La mesa era de madera tallada sin pintar, cuadrada, alargada y amplia en el centro de la sala, con una silla a cada lado.
—¿Cuál es nuestro sitio? —preguntó Ulmer.
—El que queráis.
Los tres fueron a las primeras sillas que pillaron en silencio.
—Se acostumbrarán —susurró Vilma a mi espalda—. Solo necesitan hacerse al lugar, pero cuando menos lo esperes estarán de aquí para allá.
—Si Magaia estuviera aquí, sería mucho más fácil.
—Lo sé, pero haremos lo que esté en nuestra mano. Nosotros también hemos pasado por esto.
Asentí y me senté en la silla libre a la izquierda. Ulmer miraba de reojo a la puerta, siempre atento a cualquier movimiento inesperado que pudiera suponer un peligro para ellos. Tampoco me agradaba que estuvieran en alerta todo el tiempo.
—Vilma nos avisará cuando venga alguien de fuera —dije intentando tranquilizarlos—. Siempre está preparada para las visitas, así que sabrá lo que hacer. Mientras olvidaros de los protocolos e intentad vivir como habéis hecho hasta ahora en la isla. También me gustaría que Magaia estuviera aquí, pero mi casa es vuestra. Estáis más protegidos de lo que habéis estado nunca.
—¿Qué hace Vilma en esa sala? —consultó Gwenek.
—Entrenar con la espada de las brujas —contestó ella misma mientras servía el estofado—. Entre mis deberes está custodiarla.
—¿Me entrenarías? —preguntó Ulmer estirando la espalda.
Vilma me miró sin atreverse a responder.
—Podéis hacer lo que queráis —repetí—, siempre que tengáis cuidado y hagáis caso a todas las instrucciones. Vilma es la mejor maestra de esgrima que he conocido. Ningún guerrero podrá venceros si seguís sus indicaciones.
Ulmer hizo un amago de sonrisa. Vilma era de verdad la mejor luchadora y no había conocido a ningún guerrero que pudiera vencerla. Juraría que hasta podría tumbar a Ullanda, pero mi hermano no peleaba. No, él prefería mandar a sus hombres más temibles a luchar en su nombre.
Vilma se colocó junto a la puerta cuando Nirav apareció con unas jarras de drolatt y agua. Entonces era un joven de piel lisa y cabello rubio tan normal a la vista como cualquier humano. Sacó un sobre del cinturón del pantalón tras dejar las jarras sobre la mesa.
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La Profecía de la Basinéad
FantasyEmrys hará cuanto sea necesario por sus hijos. Neyra demostrará estar a la altura frente a su gente, pero siempre estará esa profecía presente en sus pesadillas. Esta historia de fantasía te sumergirá en el romance, el valor de la libertad, la impor...