5- Emrys

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La noche ya había caído y era la luna la que brillaba en el cielo cuando un grito me despertó. Corrí a la habitación de la derecha, contigua a la mía, donde encontré a Neyra llorando y temblando.

—¡Eh! —susurré en lo que me sentaba a su lado mirando alrededor, pero la habitación estaba vacía, al menos hasta que Gwenek y Ulmer llegaron también—. Neyra, solo fue una pesadilla. Mírame. Estás a salvo.

—¡No! —sollozó—. He visto a Raiden matar a Nek con su hacha y a Ullanda atacando a Ulmer y... —sorbió por la nariz frotándose la cara con fuerza hasta que le aparté las manos— y... y Eamon te mataba a ti, papá. Todos moríais. Yo no quiero que muráis.

—Estamos bien, pequeña —dije con la voz ronca—. Nadie nos va a matar. Solo fue un sueño.

—Vilma nos va a hacer invencibles, ¿recuerdas? —dijo Ulmer.

—Pero era real y... —Miró a unos y a otros con verdadero terror en los ojos, un terror que yo también sentía aunque tratara de disimularlo—. Era real y vosotros erais mayores y... y era real.

—Los sueños a menudo parecen reales.

Incluso yo trataba de convencerme de ello.

—Pero, ¿lo que ha visto no es la profecía? —preguntó Gwenek.

Tragué saliva meditando entre asentir y negar. Todo seguía conduciendo hasta esa guerra y estaba dispueto a encontrar la forma de evitarla por ellos.

—¿Prefieres quedarte conmigo esta noche?

Neyra me asintió y se bajó de la cama. Estaba tan asustada que me cogió la mano y no se separó ni para subir a la mía. Me tumbé de lado para abrazarla y tranquilizarla, y Gwenek hizo lo mismo al otro lado, cuando noté un vaivén a los pies y vi a Ulmer enroscado en su forma de cachorro.

—Ven con nosotros, Ulmer. No llegarán hasta aquí.

Pasó la vista de la puerta hacia mí antes de bajar de un salto. Se transformó de nuevo en su forma humana para cerrar la puerta y meterse en la cama junto a Gwenek. Aguanté despierto hasta que se durmieron, aunque una parte de mi mente se mantuvo activa en busca de una salida que parecía inexistente.

Gwenek no paró de moverse en toda la noche e intuí que Ulmer se había hecho el dormido una buena parte del tiempo. Los tres nos despertamos antes de que el cielo comenzase a clarear lo más mínimo y tratamos de salir en silencio. Les podía haber insistido en que siguieran durmiendo hasta el alba al menos, pero así sólo habrían dado vueltas hasta aburrirse y despertar a Neyra.

Ni yo sabía qué hacer ni cómo explicarles que Ullanda pretendía ponerles a prueba una vez por semana mínimo. Magaia y yo les habíamos enseñado lo que sabíamos hasta que nos fuimos, pero ella tenía más conocimientos que yo en muchas cosas e instruir no era una de mis habilidades. Vilma podría enseñarles lo que sabía y era buena en ello, pero Ullanda tampoco debía descubrir esas lecciones, así que fui a la biblioteca en busca de algún libro que pudiera servirme de ayuda. Los pasillos caoba estaban formados por estantes de libros encuadernados de todo tipo, incluyendo la magia de los alquimistas, pero nunca pensé que necesitaría uno de docencia. Los dos me seguían contrariados por la biblioteca, todavía reticentes a explorar la casa por su cuenta.

—¿Qué estás haciendo? –preguntó al fin Gwenek.

—Buscando un libro que no tengo —me reí—. ¿Tenéis hambre? Puedo prepararos algo de desayunar.

—Y ¿Vilma?

—Todavía debe estar descansando, pero no me cuesta nada.

—Podemos esperar a Neyra —intervino Ulmer.

La Profecía de la BasinéadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora