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—¡Maldición!¡No quieroooooooooooo! —El niño de cabello rosa salió corriendo con apenas un par de calzoncillos rojos puestos. Se veía enojado, no, furioso y usaba sus cortas piernas para correr por toda la sala de estar para expresar su disgustó, haciendo un enorme desorden por donde pasaba.

—Itadori Sukuna, ya hablamos de esto. Todos los niños estarán allí —El Omega, tan parecido al niño, apareció detrás de él con una chaquetilla celeste. Se veía cansado por todo el ajetreo de tener que vestir a su odioso hijo y que este no hiciera el más mínimo caso. Realmente no quería tener que sacar las armas pesadas esa mañana.

—Pues a mí no me importa. Prefiero estar aquí y hacer que Sukito coma lodo —Sukuna, el niño odioso, respondió. Yuuji, ya un poco harto de la situación derribó a su destructivo hijo con una de sus piernas y lo agarró por la cintura, no importando sus ensordecedores gritos de guerra, lo terminó de vestir con los pantaloncillos y la chaqueta a juego. Peinó sus cabellos como pudo y soportó las miradas traicionadas de su cachorro.

—Ya sabes las reglas Sukuna-kun, así que trata de llevarte bien con tus compañeros de clases.

El niño bufo, más que molesto.

—Lo haría si no fueran tan incompetentes, seguro los tendrás de rodillas al terminar la semana —Y como para reafirmar sus palabras, mostró una de sus espeluznantes sonrisas. Yuuji solo lo vio, preguntándose porque mierda esas sonrisas se parecían a las de su hermano mayor, Choso, y también pensó que era mejor no dejarlos juntos mucho tiempo.

—Bueno entonces, espero que tus compañeros te den guerra por ese horrible carácter que tienes —siendo sincero, Yuuji no estaba de humor para contradecir y corregir las malas tendencias de agresividad que tenía su hijo. Realmente podrían ser parecidos físicamente pero en la personalidad difieren mucho. Así que por hoy, solo se limitó a darle un cariñoso beso en la frente e impregnar con sus feromonas relajantes para que su testarudo muchacho no se sintiera solo entre un montón de olores en su primer día de primaria.

No importaba que se comportará de tan mala manera, seguía siendo su cachorro de apenas siete años y él como su padre sabía que le tenía cierto miedo a los desconocidos.

Sukuna se dejó, ya que sabía que su padre estaba estresado y aunque se sentía un poco mal por molestarlo a drene, lo hacía para que su Omega interior no se preocupara de más al dejarlo solo en un lugar desconocido. Su tío Choso siempre le dijo que debía cuidar a su padre y jamás dejar que ningún Alpha se le acercara, que debía darle una patada en los huevos para que su padre pudiera escapar de situaciones incómodas —ya lo habían pasado, y recuerda satisfecho que incluso su padre terminó de derribar al tipo con más olor antes de marcharse a casa

No eran las mejores cosas para recordar pero se había prometido que ningún Alpha apestoso tocaría ni un solo cabello de su padre Yuuji aunque eso implica estar a la defensiva siempre.

Ya relajados y listos, ambos partieron de su modesto hogar en la zona más rural de Sendai para llegar a la escuela primaria donde Sukuna estaría estudiando los próximos años. Yuuji antes había estado viviendo en Tokio junto a su hermano Choso pero luego de varios incidentes que no quería recordar había decidido regresar a su lugar de infancia y establecerse en la casa que su abuelo les había dejado.

Como era de esperar su malandroso hijo había hecho el berrinche de todo un año y se había negado a salir del departamento de Choso—incluso se había amarrado a la puerta, nadie supo cómo lo logró—pero con un poco de chantaje que implicaba comida y visitas regulares y lo habían tenido en el auto de manera disciplinada por el resto del viaje.

Había sido difícil, lo admitían. Sukuna era un cachorro bastante temperamental que a su corta edad se metía en muchos problemas, mientras que Yuuji era reservado y no salía mucho de casa, solo apoyándose de su trabajo virtual como programador.

Como Omega había pasado una larga cuota de infortunios y estaba un poco harto de la vida en la ciudad, ambos ahora estaban experimentando el ambiente relajante que solo Sendai podía brindarles.

Yuuji realmente rezaba para que en esta ocasión, las cosas funcionaran.

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—Mamá —La inocente y tierna voz de Sukuna llegó a los oídos de Yuuji, una clara alarma en su cerebro. Su cachorro no lo llamaba mamá en público, en realidad no lo llamaba mamá en ninguna ocasión, y aunque a Yuuji no le molestaba para nada ya que fue quien lo cargo por diez largos meses...sabía que nada bueno iba a pasar.

Ya que la única razón por la que Itadori Sukuna lo llamaba mamá, era, porque se había metido en un gran problema, un problema que no resolvería por él mismo, ni con chantajes, ni con golpes.

— ¿Si, cariño?

—El estúpido de mi profesor te manda a llamar —con toda la indiferencia que un niño de siete años podía tener, Sukuna se limitó a limar sus garritas.

—¿Y por qué? —Yuuji no necesitaba preguntar, pero quería prolongar las ganas de ahorcar a su propio hijo.

Cálmate Yuuji, realmente no debe ser nada malo. Solo ha pasado una semana desde que entro a clases. Recuerda que lo cargaste diez meses, no puedes matarlo en diez segundos sin una buena razón.

—Mmm... —Sukuna miro sus garritas, y tarareo sin fijarse en el aura asesina que estaba creciendo en su padre —. Bueno, por muchas cosas pero creo que la razón principal es que empujar a Uraume al estanque, creo que no fue mi mejor elección.

—¡¿Qué hiciste qué?!

—¿Aunque creo que también era, porque encerré a Satoshi en el armario de limpiezas todo el día?—susurrando, Sukuna comienza a pensar. Para este momento, Yuuji realmente quiere negar que ese demonio es su hijo y enterrar la cabeza en la tierra —. Aunque también desaparecer sus libros de registros y mojarlos ¿Puede ser la razón principal?

Con un demonio...

—¡Sukuna!

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La escuela de Sukuna era un buen lugar para educar a su pequeño demonio que se hacía llamar su hijo. Algunos días Yuuji se pregunta si realmente es suyo, se pregunta si las enfermeras no se habrán equivocado en el momento de entregárselo. Lastimosamente no podía ni pensar en eso por mucho tiempo ya que el cachorro era una copia exacta de él, así que resignado Yuuji solo se da una palmadita en la espada internamente, para darse apoyo moral y no llorar como un mocoso por todo el estrés que el cachorro le causaba en su día a día.

Ni Sukuna hacía tal cosa.

Así que, tratando de poner su mejor cara, se encaminó hacia el salón vacío donde su querido y angelical—nótese el sarcasmo —le había informado que su idiota maestro estaba.

Yuuji esperaba que no fuera tan pesado para solucionar las cosas más fáciles y que Sukuna no fuera expulsado con apenas unos días de clases —nuevamente— Vamos Itadori Yuuji, Choso-nii entrenó a un guerrero, no a un cobarde.

Con todo el valor que reunió, entró en el salón de clase.


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