Capítulo 4: Una cita.

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—¿De verdad ves tanto a mí pequeña como tú hija que tu cuerpo respondió a ello?- Osvaldo tragó saliva como por cuarta vez, sentía su garganta muy seca.

Asintió despacio ante la pregunta del pelinegro, estaban ahora sentados en el comedor de la casa de Felix, Alice jugaba en el suelo con unos juguetes.

Mientras que ellos estaban hablando de lo que les habían dicho en el hospital. Ahora Osvaldo era la madre, no biológica, pero seguía siendo la madre de Alice, una parte de Osvaldo estaba contento con eso, pero su parte racional le gritaba.

¡No había tenido ni una cita con Felix y ya había llegado reclamando su lugar en su pequeña familia!

Si su vida fuera una película como se llamaría, ¿Madre por accidente?, Sonaba justo como le acababa de suceder.

—¿Qué harías si te dijera que me mudaré a otro país y me llevaré a Alice conmigo?- el aire en sus pulmones se detuvo por completo.

Miró al alfa con algo de miedo, estaba serio y con los brazos cruzados sobre su pecho. No podía, Felix no podía hacerle eso, era su pequeña no podía quitársela.

—¡Te los prohíbo, no puedes llevarte a Alice lejos de mí!- no supo en que momento se había levantado de su puesto, golpeando la mesa con sus manos y mostraba sus pequeños colmillos a la defensiva.

—¿Baba?- Alice dejó lo que estaba haciendo para mirar a los mayores, podía sentir el aire de molestia que tenía el omega, daba algo de miedo verlo molesto, eso nunca sucedía.
Felix por su parte solo sonrió, confundiendo más a Valdo.

—Tanto la quieres ¿Eh?, ¿Dónde estuviste antes?, Si te hubiera encontrado quizás mi bichito no hubiera sufrido tanto.- Osvaldo se sintió avergonzado, muy avergonzado, y una parte suya molesta, Felix le había hecho una prueba.

—Yo la quiero, no pienses en alejarla de mí.- había formado un lazo con Alice, si los separaban ambos iban a sufrir bastante. Felix solo le sonrió, una sonrisa tranquila y leve.

—No lo haré Valdo, y tú ya no podrás escapar de mí tampoco, no te dejaré ir.- Osvaldo se sonrojó ante esa declaración, supo leer entre líneas. Una mano pequeña jaló su ropa y miró hacia abajo, Alice quería subirse a su regazo.

El Omega alzó con cuidado a la pequeña, la sentó en sus piernas y ella giró rápidamente a sus pechos tocando allí, ya era su hora de comer, y desde que empezó a lactar no había tocado sus biberones.

Se alzó la camisa acomodando a la pequeña para que pudiera comer comida y tranquila, Alice dio un ronroneo complacido mientras succionaba su pezón con ganas.

Osvaldo sintió como el aroma del alfa pelinegro se volvía pesado, cargado con un poco de excitación, su boca se hizo agua al oler algo de esa manera. Alzó el rostro para ver al alfa, sus ojos negros eran intensos sobre el, y no se despegaban de sus pechos.

Tragó saliva sintiendo su rostro arder, más que rojo que un tomate maduro. Sabía, en sus estudios sobre los cachorros aprendía de todo ese tipo de cosas, no era un secreto que a los alfas les encantaba la leche materna que daban los omegas.

No sólo su sabor, si no que también era bueno para ellos al ser tan nutritiva, y sus pechos habían crecido un poco más desde la vez en la que Alice tomó leche por primera vez, y no dejaban de producirla.

Quizás podría hacer algo de lo cual se iba arrepentir mucho después, o si no solo moriría de vergüenza.

Alzó bien su camisa mostrando su otro pecho lleno, Felix abrió los ojos ante eso, era una invitación para que él también pudiera probar. El rostro rojo del omega se lo podría confirmar, y no quería desaprovechar esa oportunidad, el aroma lo estaba volviendo loco.

¿Mamá? | El Mariana x ProducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora