Capítulo 8: El día.

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¿Estaba listo? No tenía ni la más mínima idea, pero ese día tenía que serlo, guardar su miedo en lo más profundo de su mente y hacer lo que tenía que hacer.

Se había preparado, o eso creía, no era muy fan de meterse un dildo un día fuera de su celo, era más extraño y menos placentero.

Sí, ese día iba a dar un siguiente paso en la relación. Había agradecido de que su alfa no le hubiera presionado por eso, desde el día en que lo había dejado fuera de su cuarto, casi toda la noche.

En fin, él se lo había buscado así que no tenía nada de que quejarse.

Tenía una cita esa noche, en la casa del pelinegro, comida hecha por él, y estaba conforme con eso. Una vez Felix le había preguntado porque nunca había pedido una cita en algún restaurante o algo.

La respuesta era simple en realidad, al vivir casi como un ermitaño no se sentía cómodo en un lugar con muchas personas, por eso preferiría comer en casa, además, estaba seguro que las cenas en esos restaurantes caros no se iban a comparar con las que hacía su alfa.

Había acabado de salir del baño, buscó en su cajón de ropa interior, dejando de lado los de spiderman, sacó unas bragas de encaje negro, un poco apretadas adelante y la parte de atrás era algo fina.

Buscó una ropa cómoda y sexy para la noche, no hacía mucho frío así que optó por un short que llegaba a mitad de sus regordetes muslos. Un top junto con una chaqueta y sus fieles zapatillas rojas.

En su mochila amarilla metió un cambio de ropa para la noche y otras cosas más. Salió hacia la casa del alfa, de verdad estaba pensando en mudarse con él, puede que esa noche se lo mencione.

Minutos después, ya en la puerta principal de la casa del pelinegro, tocó el timbre, fue abierta a los segundos. Miró como el alfa le iba a decir algo, pero se quedó en silencio cuando lo vio, con una expresión sorprendida en su rostro.

Sonrió algo nervioso, caminó hasta quedar cerca y dio un pequeño beso en los labios del alfa. Después simplemente caminó hacia dentro meneando sus caderas.

-Huele bien Felix, ¿Es curry lo que preparas? - preguntó colocando su mochila en uno de los sillones del recibidor, vio como la pequeña Alice corría hacia él con una sonrisa en su carita.

-¡Mamá, mamá!- exclamó la pequeña alzando sus manitas y el omega la alzó gustoso.

-Mi pequeña, ¿Ya cenaste, quieres comer?- Osvaldo la apapacho con cariño haciéndola reír, volteó hacia el alfa, quien parecía haberse quedado sin habla.- Felix, ¿Alice ya comió su papilla?

El Omega podía sentir esa mirada del alfa devorarlo, recorriendo de arriba abajo su cuerpo por completo. Lo vio tragar saliva y asentir lentamente.

-Sí, ya comió su papilla.- fue lo que contestó al final, y Osvaldo asintió, pero Alice palmeó los pechos del omega, eso significaba que quería comer más.

-Bien, bien, comerás un poco más, pero no mucho para que tu pancita no duela ¿si?- Osvaldo ronroneó frotando su mejilla contra la de la pequeña, después miró al alfa de reojo.- Felix no descuides la cocina, yo iré con Alice.

Osvaldo se fue al cuarto del alfa, dejando solo a éste en la cocina. Al llegar suspiro, estaba nervioso, había tenido que usar todas sus fuerzas para que sus piernas no estuvieran temblando, las piernas perfectamente depiladas.

Había visto la mirada del alfa en sus muslos, incluso se había puesto una crema para que se vieran más afelpadas y brillosas. Solo esperaba que sus esfuerzos dieran buenos resultados.

Alice bebió de la leche materna, no fue mucho, pero se llenó lo suficiente como para dormirse, la acostó en su cuna y la meció suavemente. Lo bueno de que tuviera el año era que podía dormir sin interrupciones toda la noche.

¿Mamá? | El Mariana x ProducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora