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Cada mañana es una cuestión para el joven de cabellos blancos como la nieve pura, cuestiona su existencia día con día, ya no llora pues se quedó sin lágrimas para derramar, sus ojos tan azules cubiertos por cristal, por más alegres que se miraran la triste realidad era que se estaban apagando y ese pequeño brillo que lucia en su pupila era una pequeña señal en busca de ayuda.

No quería levantarse más bien cada mañana era lo mismo, no querer levantarse de cama y enfrentar la vida dura, odiaba la escuela, los sentimientos y sus compañeros, lo único que lo mantenía de pie era su mejor amigo de ahí en fuera todo era completa oscuridad para el ojiazul.

No tiene mala vida, su familia es millonaria, estudia en una de las mejores preparatorias, es guapo, todos mueren por estar con el, vive de lujos, tiene lo que quiere, es popular, tiene una vida de ensueño que muchos desearían además de que en casa era tratado como si de un dios se tratara, entonces¿Por qué se sentía así? ¿Por qué todo para el era negro? ¿Por qué cuestiona su existencia cada mañana? ¿Por qué llora hasta que no le quede ni una lágrima? ¿Por qué mira la vida dura cuando lo tiene todo? Atención, dinero, gente a su disposición, joyas, ropa, zapatos, autos, casas, la vida resuelta y poder, ¿Por qué sufría?, Pues bien se sentía vacío por dentro, creció envuelto de elogios nunca recibió lo contrario pero el simplemente se sentía vacío y fuera de lugar y deseaba vivir sin futuro, vivir muerto era una carga que no quería seguir sosteniendo en sus hombros, quería dejar libre su alma y que tomara la forma que está quisiera, su cuerpo no lo necesitaba solo quería separarse de este y ser libre sin seguir en aquel laberinto sin salida.

A un sin levantarse seguía cuestionando su simple existencia hasta que, fue llamado por su padre quien tocó la puerta fuertemente.

—Satoru! ¿Piensas quedarte todo el día en la cama?— hablo su padre sin dejar de tocar la puerta.

—Apúrate y baja a desayunar— ordenó su padre. Satoru aventó una almohada a la puerta y con pereza se levantó.

Termino por ponerse el uniforme y sus típicas gafas oscuras para ir al comedor.

Su padre estaba en la mesa esperando por Satoru para desayunar juntos, al llegar solo tomo asiento sin decir algo, ninguno de los dos se llevaba bien y a un que no quisieran verse era casi obligatorio para ambos.

Ninguno se dirigió la palabra durante el desayuno, el albino un poco sofocado por el incomodo momento comió rápido y fue el primero en marcharse, vaya que su padre le abrumaba demasiado, cogió su mochila y se fue no quería que lo llevará ningún chófer, prefirió caminar y disfrutar el ambiente contaminado de la ciudad.

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Nuevamente tendría que fingir ser alguien que no era, saco una paleta de su bolsillo y la metió a su boca con una de sus sonrisas burlonas que todos conocían bien.

Al visualizar la puerta principal de la preparatoria noto alguien retrancado en una puerta, en automático el albino apresuro sus pasos, un pelinegro de ojos rasgados y cabellera larga se encontraba esperando en la entrada de la escuela, con la mirada hundida en su teléfono que a un no se percataba del acercamiento del albino.

—Suguru!— levando la cabeza el recién nombrado apartando su teléfono en el acto, sonriendo levemente al albino, Satoru alzó la mano para saludarle desde la lejanía.

—¿Por qué ahora no te trajo tu chófer?— dejo de retrancarse de la puerta posicionandose a un lado de el albino.

—Quise caminar un poco— respondió indiferencia al pelinegro.

Suguru río y Satoru también, caminaron a su salón tranquilamente entre risas y pláticas tontas pero divertidas, disfrutando de la compañía del uno y del otro, se acoplaban también que todo les resultaba fácil cuando tenían que hacer equipo, por algo eran mejores amigos, y Suguru fue la única persona que miro más aya a Satoru que su físico o su apellido, fue quien vio sus sentimientos bajo esa capa de ego y egocéntridad, vio a un ser humano frágil y roto, el único que vio su alma desnuda y por eso Satoru le quería mucho que, termino enamorado de su mejor amigo pero no quería arruinar su amistad y prefiero hundir esos sentimientos en lo más profundo de su ser sin importar que lo quemaran lentamente, era mejor así que vivir engañado en una ilusión y realidad inexistente donde su amor era correspondido.

En cambio para Suguru, Satoru fue quien lo salvo de su oscuridad y negatividad que cruzó durante la muerte de su hermana menor, cuando se ahogaba en sus lágrimas y tristeza, el se quedó a su lado apesar de que Suguru le dijo tantas cosas hirientes de las cuales a un se arrepiente y le pide perdón casi siempre, pero apesar de ello, Satoru era todo para el su nueva familia y única que tenía, su único y real amigo y amor.

Así es, Suguru también lo amaba en secreto pero nunca se atrevió a dar un paso pues, Satoru era poco expresivo en los temas amorosos y cuando hablaba decía cosas no tan agradables sobre eso.

Prefería vivir con ese amor enterrado, se conformaba con estar a su lado y poder mantenerse cerca de el, ya no importa su estúpido amor que seguramente se perdería entre su llama apagada.

Almas Gemelas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora