I

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Sergio se despertó cuando escucho ruido en la cocina y algunos quejidos, generalmente bajaría a ver, pero sabía que eran sus hijos intentando cocinar algo sin explotar la cocina, se sentó en la cama y vio que su esposo no estaba, bueno, ahora en cuatro intentando prender la estufa sin quemarse la mano.

Era su cumpleaños número cuarenta y seis, al parecer iba a ser como todos los años. Tranquilo, disfrutando una comida familiar rodeado de los que amaba. Suspiro feliz, tenía la vida soñada. Fue al baño pensando cómo vestirse el día de hoy, se lavo los dientes y el rostro para después bajar a la cocina a inspeccionar si seguían enteros. Encontró todo limpio y callado, lo cual era sospechoso. No olía a quemado y al parecer la habitación seguía en una sola pieza.

— ¿Qué hicieron? — preguntó esperando un mensaje de terror.

— Nada mi amor — su marido hablo con tranquilidad y camino hacia él para abrazarle —, feliz cumpleaños cielo.

—¿Dónde están Oscar y Liam? — susurro mientras seguían abrazados y miraba fijamente a Pato que estaba quieto con cara de espanto — ¿Por qué Pato está con esa cara?

—En realidad, ellos trataron de hacerte un gran desayuno, pero no saben utilizar el horno y en lugar de huevos en cocotte salieron unos extraños discos negros. 

Sergio sonrió ante la explicación, pero se tranquilizó cuando le dijeron nada material salió herido en esa masacre.

— ¿No me vas a felicitar? — dijo viendo a su primogénito el cual le sonrió y fue corriendo a darle un abrazo, su hijo le deseo un feliz cumpleaños y más años así — Gracias corazón.

— Mis hermanos pidieron el desayuno, esperamos te guste.

Asintió y se sentaron en la isla de la cocina, Max preparo café para los tres y hablaron de la siguiente temporada de carreras. Pato y Liam ya tenían asientos y les tenían buenos pronósticos con el auto y sus puntos. Unos veinte minutos más tarde, sus otros dos hijos llegaron con el desayuno y lo felicitaron. Comieron entre charla y algún recuerdo vergonzoso sobre sus intentos de impresionar a su papá y habían fallado, realmente en este punto debieron darse cuenta que sus habilidades culinarias eran nulas. 

Después del desayuno, todos fueron a prepararse para la comida. Max se encargó de revisar que los de la limpieza hicieran bien su trabajo y el chef preparara todo como pidieron, mientras él pudo prepararse para la comida. Reviso todas sus camisas y pantalones, pensó que colores utilizar.

— Creo que la camisa azul oscuro te quedaría bien — la voz de Oscar le tomó por sorpresa, miro a su niño que tenía una caja pequeña entre sus manos —, te traigo este regalo. Espero te guste.

Tomo la cajilla entre sus manos y miro su interior, se trataban de un par de mancuernillas de oro que tenían grabadas sus iniciales.

— Gracias corazón —le sonrió y lo atrajo a un abrazo —, te quiero.

— Voy a prepararme, nos vemos.

Oscar se fue y Checo siguió admirando su regalo. Le había encantado, había sido su regalo favorito del día. 

— ¿Ya nos vamos a bañar? — Max llegó por detrás para abrazarlo y darle besos en el cuello. 

Sonrió y asintió, caminaron juntos al baño, tendrían un buen rato solos.

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Hola

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Hola.

Espero les guste.

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