El caballero Roderic celebraba otra victoria, tras la guerra, alzaba su espada en señal de triunfo, junto a su amado, el príncipe Harry. Pero uno de los enemigos quien se hallaba agazapado detrás de un árbol, se abalanzó sobre Roderic, haciendo un corte profundo en su brazo, Harry al ver la escena atravesó al tipo que lastimó a Roderic con su espada.
—¿Estás bien? —preguntó Harry sujetándolo con ternura.
—Debió apuntar al corazón —comentó él con orgullo sujetando su brazo lastimado.
En ese momento el rey apareció con sus guardias. Pero Harry se distanció de él, sabía que se vería en problemas si su padre se enteraba que ellos estaban juntos.
—Mi brazo empezó a doler por la herida —comentó Roderic quien no pudo montar su caballo.
—Entonces camina —comentó el rey sin importancia, mientras seguía su marcha sin mirarlo.
Harry sólo miró la escena, pero no podía hacer nada por él, quería evitar problemas para ambos. Roderic caminaba halando a su caballo, pero su frente se veía sudorosa y sus labios empalidecían en cada paso que daba, hasta desmayarse.
—Tenemos más caballeros en el reino, avancemos.
—ES TU MEJOR CABALLERO —aclara Harry con vehemencia, bajándose de su caballo y corriendo hacia su amado.
—¿Qué haces? —preguntó el rey con desdén.
—Ayudarlo —Harry se aproximó a Roderic y vió la herida que tenía en el brazo, de la que emanaba un líquido oscuro. Su herida tenía venas negras que se estaban esparciendo por todos lados—. Envenenaron con sangre de dragón la espada con la que te hirieron.
—Tengo más cosas que hacer, quédate a ver si sobrevive —el rey se marchó.
Esas fueron las últimas palabras que Roderic escuchó antes de perder la conciencia. Pero se volvió a despertar por el exasperante ruido de una canción, que sonaba alegre y estridente. Miró a su lado pero el paisaje no le era familiar, era una habitación llena de objetos extraños y coloridos. Siguió recorriendo con la mirada el lugar donde estaba, pero tampoco se parecía en nada a la habitación de Harry, ni mucho menos estaba en la intemperie donde se había desmayado. De inmediato se puso de pie y abrió la puerta, se oía como si hubiese una fiesta, bajó las escaleras y su mandíbula se desencajó al ver que estaba en una taberna atendida por un troll de color pálido y vestido con un rectángulo de tela envuelto alrededor del cuerpo, sujetado con nudos en los hombros.
Roderic se quedó paralizado, sin entender dónde estaba ni qué había pasado. Miró a su alrededor y vio que la taberna estaba llena de criaturas extrañas y fantásticas, como elfos, enanos, hadas, gnomos y otras que no podía reconocer. Todos lo miraban con curiosidad y asombro, sintió que su cabeza le daba vueltas y que su brazo le dolía cada vez más. Intentó recordar lo último que había pasado, pero sólo tenía imágenes borrosas.—¿Dónde estoy? —balbuceó Roderic, confundido.
—Estás en el mundo de los sueños y el orgullo —le explicó el troll.
—Yo no pertenezco a este mundo.
—Pues parece que sí, porque has cruzado el portal.
—¿Y cómo puedo volver? —preguntó Roderic, angustiado—. Tengo que regresar con Harry.
—No lo sé, humano —se encogió de hombros—. Tal vez nunca puedas volver, o tal vez si encuentras la llave...
—¿Qué llave? —quiso saber Roderic.
—La llave de los sueños —le respondió el troll, misterioso—. La llave que te puede hacer feliz o infeliz.
–¿Y dónde está esa llave?