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Muchas veces Kourt le había pedido ayuda a Tobias para entender a Lillian: desde sus nudillos rojos y despellejados hasta el apagado esmalte de sus dientes, su falta de hierro y los desmayos por presión baja, pasando por cada uno de sus pasatiempos, incluyendo la equitación y el ganchillo, todas sus conversaciones se limitaban a ella. No había ni un solo mensaje en el que no la mencionara, o le preguntara algo al respecto, y desde el primer día, Tobias se sentía el representante de Lillian en lugar de un estudiante de enfermería común y corriente.

En alguna ocasión, incluso le había preguntado si Lillian le gustaba, y Tobias no tardó ni un minuto en responder que solo eran compañeros de clase y nunca habría imaginado que acabaría tan involucrado en su vida.

"Te la sugerí como donante porque tenéis el mismo tipo de sangre. Y porque ella necesitaba dinero. Antes de ti, solo hablábamos de cuándo iría a donar plasma y de cómo prepararse. Ni yo le he gustado nunca ni ella a mí. De hecho, tengo un amor platónico."

Hacía unos meses, Kourt había alcanzado a escuchar a Lillian hablando con Tobias en la terraza, aunque fingió no darse cuenta de que se referían a él, cuando ella dijo que no se imaginaba una vida con él.

Eran demasiado diferentes, y tenía razón: él era un chico de ciudad mientras que ella había elegido Nueva York como un escondite de su padre y su reciente esposa.

No soportaba vivir en su casa, ni toleraba que la nueva esposa de su madre usara las cosas que una vez pertenecieron a su madre. Su padre incluso había tirado las fotos y libros de su madre mientras Lillian estaba en la escuela con la excusa de que "no quería muertos en la casa". Y cuando veinte días más tarde trajo a su nueva novia a vivir con ellos, la que se convertiría en su esposa, Lillian comenzó a maquinar su escape sin permiso para irse como residente a la universidad de Brooklyn.

Además de Kourt, solo Tobias lo sabía. Por eso, el sábado, Tobias se acercó a la línea en la que Lillian rellenaba las bandejas para preguntarle si quería comer con él.

—Quería saber si es buena idea que vaya a ver a Kourt.

Lillian lo miró bajo las cejas. Lo último que esperaba era que su único amigo estuviera interesado en ver a su esposo, así que rápidamente le entregó un plato y agarró otro para ella.

—Estaré contigo en cinco minutos.

Por primera vez desde que se conocían, Tobias había tomado la iniciativa de escribirle a Kourt primero y preguntarle cómo estaba. Le enseñó la respuesta a Lillian cuando se hubieron sentado juntos, y ella dejó escapar un suspiro de resignación.

"¿Sabes si Lilly ha conocido a alguien más?"

No, Tobias —insistió ella—. Y no debería preguntarte a ti.

—Dime la verdad —instó él de pronto, más serio de lo que Lillian le había visto nunca— porque si haces una locura por miedo...

—¡Claro que no! No soy capaz. Nunca me lo perdonaría a mí misma. Y no es miedo, es enojo.

—No pasa nada si es miedo —repitió él—. Es normal. Han pasado cosas difíciles, has lidiado con muchos cambios este año...

—¿De qué se supone que tengo miedo?

—De que te reemplace.

Lillian no dijo nada. Le sostuvo la mirada un par de segundos, pero luego se volvió tan pesada que tuvo que apartarla.

—No.

—Si él encontrara a alguien más y saliera adelante... ¿estarías bien con eso?

—Claro. Claro que quiero que salga adelante, que conozca a alguien que lo haga feliz y... que esté totalmente sano para esa nueva persona.

Hasta el último de tus latidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora