En los años 2X5X's en Tokyo, Shibuya se veía uno de los ambientes más deprimentes para la humanidad, todo el cielo estaba teñido de un color grisáceo, no había ni un sólo árbol vivo a sus alrededores y la única vía de oxígeno eran las máscaras Industriales, tras esto, las grandes empresas y personas influyentes financiarón y crearón diferentes programas de investigación de vida en otros planetas y el más conocido fué
El InterTerra , esté proyecto permitió dar a conocer vida en otros planetas, los cuáles fueron denominados como planeta azul y planeta rojo, en él planeta azul sólo se encuentran los más ricos, que ingresaron en sus majestuosas y tecnologícas naves espaciales, era un planeta con la última tecnología y cada esquina brillaba del oro incrustado en él, el planeta rojo era más para la gente del proletariado, en la tierra aún residían una mínima de personas qué sólo les espera su pronta muerte, pues el aire era tóxico y la comida escasa. Aquellos qué por desgracia nadie los salvó o por alguna otra circunstancia que aún seguían allí, cómo lo era Yuuji Itadori, un jóven de no más de 23 años, alegre y optimista, el había tenido varias oferta de gente millonario para trasladarse al plante rojo pero la prolongada estancia de Yuuji se debía al delicado estado de salud de su abuelo. Dada la extensión del viaje al planeta rojo, existía el temor de que su abuelo no sobreviviría al viaje y las élites que lo habían contactado no permitían llevar a alguien que consideraban ya sin utilidad.Yuuji se encontraba recorriendo lo que quedaba de las calles de Shibuya, las que alguna vez estuvieron llenas de gente, de rascacielos y luces por todos lados, ahora solo es un lugar fúnebre y que era inexistente el oxígeno, su máscara ya estaba casi al límite, muy pronto llegaría su final junto con el de su abuelo, no era el final que esperaba pero al menos morirá junto a un ser querido. Se golpeó sus mejillas y borró todo atisbo de pensamientos negativos para ir en búsqueda de comida. En su recorrido escuchó un estruendoso ruido proveniente de un callejón cercano — Bingo, ojalá sea un animal —
Su objetivo final resultó no ser un animal, sino una persona que su tasa de oxígeno se le había acabado y por consiguiente había colapsado, Yuuji estaba en negación de que ya no habían animales pero aún tenía la esperanza que está vez sería diferente, miró aquella escena perplejo, eso sería lo que muy pronto le esperaría, pero no tenía tiempo de lamentarse, agarró el cuerpo y se lo llevó consigo para arreglarlo mientras aún estaba fresco.
Al ingresas la casa, fué recibido por un aire denso y viciado. El crujir del suelo desgastado resonaba con cada paso, las paredes descascaradas contaban la historia de años de abandonó, y el olor a humedad se aferraba al ambiente, creando una sensación de desolación que le envolvía.
— Ya estás de vuelta, deberías haberte ido — eran las plantas de bienvenida por parte de su abuelo. Cada oportunidad que tenía le decía aquello, pues su salud era deplorable y muy pronto moría, pero Yuuji estaba decidido a acompañarlo hasta el final.
— Ay! Abuelo, deja de decir esas cosas — susurró con tristeza, mientras sus ojos reflejaban gran pesar, formando un silencio tenso que los envolvía.
Itadori decidió salir de allí para medio prepar aquél gran pedazo de carne que había traído, llevaba tanto tiempo haciendo eso que ya le parecía de lo más normal, era su única manera de obtener nutrientes, no había ningún otro tipo de comida, y le tocaba asarla con piedra y palos que recogía de la desgastada casa
Itadori salió de allí dispuesto a preparar el generoso trozo de carne que había conseguido. En ese mundo desolado, la carne humana era su única fuente de nutrientes, y su técnica de asarla era hacer fuego frotando piedras y palos para generar calor a través de la fricción, está tarea se había vuelto tan rutinaria para él que parecía una actividad común y corriente.
— Abuelo, ya está tu pedazo — aquél anciano hizo oídos sordos para darle la espalda y "dormir".
— Comeré solo entonces — agarró aquél pedazo de carne posiblemente perteneciente al último humano, aparte de ellos que residían en el planeta tierra — Dime Yuuji, somos los últimos acá — Aquella pregunta le cayó como un balde de agua fría — ¡¡ YUUJI, RESPONDE !! — se agitó tanto que por poco se le cae su máscara.— Casi — aquella respuesta vacía hizo sentir culpable a su abuelo, si no fuera por él, su nieto estaría en un lugar mejor.
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En el silencio de la noche, mientras se hallaba inmerso en los brazos de Morfeo, un sonido inquietante rompió la calma, se asemejaba al jadeo angustiado de su abuelo, como si se viera privado de oxígeno, Yuuji despertó de golpe y se apresuró hacia el compartimento contiguo, donde descubrió que Wasuke, sin máscara, lo aguardaba — Yuuji, al fin eres libre — susurró sin aliento, dándole la espalda. En un instante de confusión, Yuuji recogió la máscara caída, pero antes de poder colocársela, Wasuke le asestó un golpe con las pocas fuerzas que tenía, esos milisegundos bastaron para llevarlo a un descanso eterno. Lágrimas brotaron incontenibles de esos ojos marrones, trazando un sendero doloroso por sus mejillas antes de perderse en la línea de su mandíbula — ¿Abuelo?— Aquello salió de sus labios con un dejé de incredulidad y agonía —¿POR QUÉ? — Aquello era un lamento, se negaba a aceptar la realidad que se desplegaba ante él, sabía que ésto pronto llegaría, pero nunca se había preparado emocionalmente, pensaba que morirían los dos juntos, lloró con tal intensidad hasta que sus lágrimas se agotaron y solo quedó un eco de dolor en la penumbra de la habitación.
Con el dolor penetrante en su pecho, cavó un hueco profundo detrás de la vivienda, depositando con cuidado a su abuelo envuelto en una antigua manta desgastada y perforada, esté harapiento trapo fué lo único que pudo hallar para rendirle homenaje, cada capa de tierra que caía sobre el cuerpo del anciano amplificaba la sensación de soledad abrumadora, sin familiares cercanos y con la incertidumbre de que dirigirse al planeta rojo sería imposible, nadie vendría, la mayoría se habían marcachado y los otros murieron al tratar de sobrevivir en está tierra. Sé Despidió con un último adiós a su amado abuelo, mientras las lágrimas recorrían su rostro, pero con determinación, secó sus ojos hinchados y se encaminó hacia su casa sumida en la penumbra, en medio de la melancolía, se enfrentó al silencio opresivo de un hogar vacío, dónde cada rincón resonaba con los ecos de recuerdos compartidos, se sentó en la penumbra sumido en reflexiones sobre el futuro incierto que se cernía sobre él.
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Gojo Satoru, un titán entre los magnates más acaudalados del planeta Azul, gobierna con destreza sobre el vasto contingente de individuos a su servicio en el planeta Rojo. Este último, también conocido como la zona industrial, albergaba una población mayor de clase media y media - baja qué desempeñaban labores destinadas a satisfacer las demandas de los privilegiados, creando un tejido socioeconómico que refleja las desigualdades palpables entre ambas esferas planetarias. Mientras el Azul resplandece con tecnología avanzada, el Rojo, a pesar de su vital importancia, carece de los mismos avances, ya que todo
— GOJO, ¿QUÉ RAYOS PIENSAS AL IR ALLÁ? — Geto le gritó con enojo mientras el peli-blanco le sonreía descaradamente, oprimiendo los comandos de la majestuosa nave — tal vez encuentre algo interesante — respondió Gojo encogiéndose de hombros, restándole importancia a los regaños de Suguru
— ESTÁS DEMENTE. EN LA TIERRA YA NO VAS A ENCONTRAR NADA. ES IMPOSIBLE VIVIR AHÍ, ¿NO LO ENTIENDES? —
— Hasta no ver, no creer — replicó Gojo con entusiasmo.
— ¿ Estás listo ?—
—¿Crees realmente que me uniría a tu viaje? — Bufó con molestia y consternación, incapaz de comprender la absurda propuesta que acababa de salir de los labios del otro.
— Entonces vete de aquí, que ya voy a partir— al decir esto, las compuertas de la nave se cerraron automáticamente y comenzó el conteo de despegue.
— ¡ Ey! ¡MALDITO, ME DICES ÉSTO CUANDO YA VA A DESPEGAR! — Enojado y frustrado, Geto golpeó a su amigo.
—¡Ups!— exclamó formando una sonrisa mientras se sobaba del golpe.
Ambos emprendieron el viaje rumbo a la Tierra, para Satoru Gojo, qué había algo le decía que valdría la pena,en cambio, para Geto, aquel viaje no era una elección, sino una imposición a la que se dirigía con visible descontento.
Mientras los motores de la nave rugían y las estrellas se convertían en testigos silenciosos de su travesía, Satoru y Geto compartían su destino hacia el planeta tierra.To be continue.........
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𝓜𝓲 𝓟𝓵𝓪𝓷𝓮𝓽𝓪
خيال علميLa Tierra se ve envuelta en una degeneración. Mientras la tecnología avanza a pasos agigantados, las clases sociales se fragmentan aún más en medio del caos, la humanidad busca refugio y respuestas en la posibilidad de una nueva vida en planetas dis...