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Zenitsu estaba sentado a la mesa con la familia de Douma, sintiéndose un poco fuera de lugar en este entorno nuevo. Apenas habían pasado unas horas desde que llegó a la Ciudad de México con su abuelo, Igoro, quien decidió acompañarlo en este importante viaje para inscribirlo en la preparatoria de Monterrey en el estado de Nuevo León. Aunque la idea de mudarse y comenzar una nueva etapa en su vida lo emocionaba, también lo llenaba de nervios.

La casa de la familia de Douma era grande y moderna, decorada con un estilo minimalista pero elegante. La cena estaba servida con una variedad de platillos típicos mexicanos que Zenitsu apenas conocía. A pesar de estar un poco abrumado por los nuevos sabores, hizo todo lo posible por ser cortés y agradecer la hospitalidad de la familia.

Douma, siempre carismático y amigable, se sentó frente a él y no dejaba de hacerle preguntas sobre su vida en Japón, sus intereses y lo que esperaba de esta nueva etapa en México. Zenitsu, aunque tímido al principio, comenzó a relajarse un poco con el paso de la conversación, especialmente cuando Douma empezó a contarle anécdotas divertidas sobre su propia experiencia en la preparatoria.

El abuelo Igoro observaba la interacción con una leve sonrisa, satisfecho de ver que su nieto estaba en buenas manos. Había escuchado mucho sobre la familia de Douma y estaba agradecido de que Zenitsu tuviera alguien que lo apoyara mientras él mismo regresaba a Japón.

Después de la cena, Douma insistió en llevar a Zenitsu a dar una vuelta por la ciudad para que se fuera familiarizando con su nuevo entorno. Mientras caminaban por las calles iluminadas de la Ciudad de México, Douma le explicó algunas costumbres locales y le mostró lugares que consideraba imprescindibles de visitar.

Zenitsu, aunque aún un poco nervioso por el cambio, comenzó a sentirse más a gusto, agradecido por tener a alguien como Douma a su lado para guiarlo en esta nueva etapa.

La cena avanzaba en casa de la familia de Douma, y lo que había comenzado como una situación algo formal, pronto se convirtió en una escena mucho más relajada, aunque caótica. La madre de Douma, una mujer con una personalidad tan vibrante como su hijo, se reía a carcajadas mientras servía más guacamole en la mesa.

Mama de Douma:"¡Y entonces, el pendejo de Douma se tropieza con la alfombra en medio de la ceremonia y se lleva al director con él!", contaba ella, su risa contagiosa llenando el comedor.

Douma:"¡Mamita, no cuentes eso!", protestó Douma, pero no pudo evitar soltar una risa mientras se cubría la cara con las manos. Zenitsu, aunque todavía tímido, no pudo contener una sonrisa al escuchar la historia.

El padre de Douma, un hombre de pocas palabras pero con un sentido del humor seco y sarcástico, agregó desde su rincón,
"Al menos no tiraste la piñata antes de tiempo como el año pasado, pendejito."

Zenitsu se atragantó con su agua, y Douma se echó a reír mientras intentaba disimular su vergüenza.

Douma:"¡Ay, papá, no ayudes!"

La madre de Douma miró a Zenitsu con una sonrisa divertida.

Madre de Douma: "No te preocupes, cariño, aquí todos somos un poco cabrones. Pero nos queremos, que es lo importante. ¿Verdad, Douma?"

-"Sí, ma'." Douma asintió, sonriendo a Zenitsu.

Douma:"Aquí la regla es que te joden, pero te cuidan. Así que relájate un poco. No hay presión, no es como si fueras a tirarte al director en Monterrey... o sí."

Zenitsu soltó una risa nerviosa, tratando de seguir el ritmo de las bromas. El ambiente se sentía cada vez más como estar en familia, aunque fuera una bastante ruidosa y con un lenguaje muy colorido. A medida que la conversación avanzaba, las historias se volvieron más absurdas, y Zenitsu se encontró riendo más de lo que había esperado esa noche.

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⏰ Última actualización: Aug 27 ⏰

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Zenitsu se va del paísDonde viven las historias. Descúbrelo ahora