Abrazo de lluvia.

6 0 0
                                    

"Parece que va a llover" dijo mi madre.

"El cielo, nublado está", respondí yo. Sentí gotas mojar mi rostro.

Mi madre se adentro a la casa, y me hizo una seña para que la siguiera.

Asentí, pero ignoré su mandato.

Ella se quedó mirándome extrañada, mientras se mantenía parada junto al marco de la puerta.

Al cabo de unos minutos cerró la puerta, parecía que no se quedaría a esperar que acabara mi dulce momento de locura.

Y entonces ahí, me quedé completamente sola; únicamente me acompañaban la lluvia y mi locura.

Cuanto disfrutaba que la lluvia me abrazara, mientras la locura me susurraba al oído.

Las gotas me empapaban el cabello, el rostro; resbalaban por mis mejillas, hasta que llegaban al cuello.

La locura me incitaba a permanecer allí hasta que la tormenta acabara, me incitaba a que bailara y cantara a la lluvia.

Pasaron horas, y ahora también el alba me acompañaba, me invitaba a observarlo; narcisista como el solo, el alba se mostraba hermoso.

Era reconfortante dejar que la lluvia me abrazara, la locura me hablara al oído, y el atardecer danzara para mi.

De pronto, el cielo era nocturno, y la luna envidiosa, robaba el espectáculo del atardecer.

Ahora bailaba a la luna y la locura me sedujo para que me sentara en el pasto, y dejara que la lluvia me mojara aún más.

"Recuéstate", susurró la locura, "¡Duerme!" gritó la lluvia, y "Observa" dijo la luna.

Obedecí a los tres: me recosté y dejé que la lluvia me envolviera mientras observaba a la luna de plata. Mil pensamientos me recorrieron.

Al cabo de una hora me levanté y comencé a correr por las calles.

"Corre más y más, hasta que alcances a la luna", me dictaba la locura.

Corrí, corrí y corrí, mas el satélite no se dejaba atrapar. Huía de mi. 

Al correr me sentía tan libre, que no pude evitar despojarme de zapatos y calcetas. 

Todo rastro de coherencia y cordura me había abandonado, y la locura había terminado por consumirme por completo.

La lluvia, había vuelto mis sentidos más vivos, como los de una leona. 

Para colmo, la luna me desafiaba, lo que hacía más rápido mi andar.

Tal vez corrí por horas, pero al fin me sorprendieron los primeros rayos del astro rey.

Fue entonces cuando me dí cuenta de que me había alejado demasiado de casa. 

Pero la lluvia continuaba a mi lado, así como la locura.

Para entonces, dejé de correr, y comencé a emprender el camino a casa con tranquilidad.

Las calles eran más solitarias que de costumbre; probablemente era así desde que inició la tormenta.

No entendía porque todos se encerraban en sus casas, si la lluvia no afectaba a nadie; era maravillosamente hermosa. Era extrañamente cálida.

Al menos para mi así lo era.

Seguí caminando por horas; mis pies chapoteaban en los charcos, era una sensación realmente placentera.

De vez en cuando, no podía evitar tirarme en el pavimento y dejarme abrazar por la lluvia. Sí, es raro, pero no podía evitarlo.

Me levantaba y continuaba con mi camino.

Se podría decir que recorrí un mundo entero, donde disfruté de la compañía de mis fieles compañeros: la lluvia y la locura, y los personajes que venían consigo, la luna y el atardecer.

Al final llegué a casa, y la tormenta se despidió de mí, para luego huir.

Desde entonces, ese es mi plan en los días en que la tormenta viene a visitarme, cuando la locura me invita a salir y bailar con la lluvia.

Salgo de casa a dar un largo paseo con mis fieles compañeros, y vuelvo a sentir la libertad de vivir.

Poemas de media nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora