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Sergio abandonó a Max en la sala y bebió su pastilla. Últimamente sufría de dolores de cabeza constantes, ya estaba harto de Oscar entrometiéndose en su relación y de Max defendiéndolo. Charles le dio la razón y sorpresivamente, Carlos igual estaba de su lado. Sus amigos comprendían que la amistad de esos dos estaba cruzando los límites de Sergio.

—No me dejes hablando solo.

Max apareció por el marco de la puerta, totalmente enojado. Sergio estaba siendo irracional de nuevo, parecía que en su cabeza no podía entrar el concepto de amistad pues aunque Oscar y él se jugaran de apodos y toqueteos, no eran más que eso, amigos.

—Ya no quiero hablar del tema, Max. Si quieres irte, vete. No te estoy obligando a quedarte, pero me molesta. Me jode que te vayas a pasar la noche con Oscar tan seguido cuando tú y yo solo pasamos tiempo juntos en casa. Con tu trabajo y el mío llenándonos la agenda, no hemos tenido una sola cita, ni siquiera por nuestro aniversario, pero prefieres salir con él cuando al fin podemos celebrar. Perfecto.

Verstappen rodó los ojos. Ahora se estaba victimizando. No le dio más vueltas al asunto, tomó su bolso con las que cosas que había preparado para dormir en el departamento de Oscar y cerró la puerta con excesiva fuerza.

Sergio se aguantó las lágrimas y arrastró los pies hacia su cama. No tenía ganas de nada, solo de dormir. La pastilla tardaba en hacer efecto.

Su celular timbró y lo tomó al segundo, creyendo que era Max. La pequeña sonrisa en su rostro desapareció con la voz de Lewis hablándole.

—Sergio, ¿puedes venir al estudio? Tengo a... —Risitas se escucharon del otro lado. —Uh, mi novio se hará su primer tatuaje. Quería que se lo hagas tú, para más confianza. —Le pidió. El novio de Lewis dijo algo en voz baja y hubo silencio expectante.

El pelinegro lo pensó por un momento. No tenía planes a los que acudir y necesitaba sacarse a Max de la mente. Aceptó. Tomó su billetera, una gorra para cubrirse los ojos porque estaban rojos y salió de la casa abandonando su teléfono.

Su estudio era una de las cosas de las que estaba orgulloso. El lugar podía verse lúgubre para algunas personas pero para Sergio, ningún color funcionaba mejor para un tatuador que el negro. El gran letrero led de letras blancas presumía el nombre de Sergio's home, era su espacio seguro y ahí compartía su arte. El nombre daba a entender la conexión que tenía Sergio con su trabajo.

Cruzó las puertas transparentes y saludó a algunos de sus compañeros. Carola fue la primera que lo vio, notando que sus ánimos no eran los mejores. La chica lo recibió con un abrazo reconfortante y le susurró que todo se pondría mejor. Era lindo tenerla cerca, Carola trabajaba con él desde sus inicios y los dos vieron crecer el negocio. Era la mujer en quien más confiaba.

Lewis le alzó la mano desde los sillones de cuero y señaló al chico al lado suyo. Era un chico de okos claros y pelo cafe peinado hacia atrás.

—Checo, gracias por aceptar. No sabía a quién acudir. Esta es mi pareja, George.

George le sonrió adorable y se dieron un apretón de manos. Sergio creía conocerlo de algo pero tenía la memoria fallando.

—¿Qué puedo hacer por ti? —Le preguntó, refiriéndose al tatuaje que querría y con qué tinta.

—Una L.

Lewis saltó en su lugar y Sergio no quiso pero lo miró con escrutinio. George fue jalado por su novio a un rincón del salón y hablaron seriamente.

—Dijiste que te harías otra cosa. Georgie, sabes que te amo, pero que tu primer tatuaje sea mi inicial... No sabemos qué puede pasar en el futuro.

Geroge se mantuvo firme.

𝐀𝐋𝐁𝐉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora