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𝟮𝟬𝟭𝟯.𝟯.𝟭𝟳. (𝟭𝟳 𝗱𝗲 𝗺𝗮𝗿𝘇𝗼 𝗱𝗲𝗹 𝟮𝟬𝟮𝟯)

Hoy era sábado.

No tenía clases.

Y finalmente, era el gran día.

Ayer, sin prestarle la más mínima atención a lo que sucedía a mi alrededor, salí corriendo del colegio luego de que sonara el último timbre anunciando la finalización de la jornada escolar,  ignorando casi por completo la cariñosa advertencia que me hacía desde lo lejos la psicóloga, quién me veía asombrada al ver cómo corría ya que últimamente no participaba en las clases de educación física ni era muy activa, suplantando las faltas de las mismas con la asistencia a las clases de orientación en psicología. No puedo ocultar que estoy sorprendida y muy agradecida con los maestros y mis compañeros por haberme comprendido y accedido a eso.

Al llegar a casa, nuevamente corrí, pero ésta vez en dirección a mi habitación, ignorando una vez más el almuerzo que me esperaba en la cocina.

A veces olvido por completo esta comida, y son mis hermanas o mi madre quienes se apresuran detrás de mí para intentar que coma.

Ésta vez, fue el turno de mis hermanas, curiosamente se encontraban todas en casa y al presenciar ésto no dudaron en tomar mi almuerzo y correr detrás mío, encerrándose conmigo y minutos después de haberme obligado a comer, cada una me empezó a ayudar en todas las tareas que tenía pendientes agradeciendo que afortunadamente no pasaban de cinco, sin objetar al ver lo apurada que estaba.

La inteligencia y las buenas calificaciones eran algo de familia, así que colocaba toda mi confianza en ellas a la hora de ayudarme a hacer mis actividades, aunque eso no evitaba que mi desconfianza se activara al terminar de hacerlas y por ende, las revisaba minuciosamente para ver si hubo algún error en las mismas, sin importar que tan largas fueran o que tan expertas fueran mis hermanas en esos temas.

Al terminar por completo dichas actividades, miré hacia mi teléfono y noté que eran casi las 8 de la noche, por lo que mis hermanas se permitieron soltar un profundo respiro y se levantaron estirando sus cuerpos, agarrándome de los brazos al ver cómo hacía el ademán de salir de la habitación de un momento a otro.

— ¡Yah! ¿A dónde crees que vas? — indagó la mayor, Ji-Ah, quién luego de restregar sus ojos, colocó su cuerpo delante del mío y me sostuvo de los hombros. Y ahí una pregunta surgió en mi desconcertada mente.

¿Qué ésta no tenía que trabajar hoy?

— Eonnie, ¿Que haces aquí? Hoy tenías que trabajar... — susurré en voz baja, notando como las manos que sostenían mis hombros de repente se crispaban. Al poco tiempo logré notar como las demás en la habitación soltaban un jadeo y daban un respingo, echando su cuerpo hacia atrás un poco asombradas, y aumentando así mi desconcierto.

— ¡Acabas de hablar! — gritó Ji-woo pegando un brinco en su lugar y dando aplausos. Esta vez fue mi turno de asombrarme, confundiéndome al notar como llamaban a gritos a nuestra madre y a nuestro padre.

Me senté en mi cama, notando mi cuerpo pesado y mi corazón acelerado, pero decidí pasar por alto ese malestar en el momento en que escuché pasos apresurados.

No entendía nada.

¿Qué tiene de especial el hecho de que yo esté hablando?

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⏰ Última actualización: Nov 26, 2023 ⏰

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