Capítulo 1

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Lisa

Cada vez que viajo a BlindStone, llueve. Irene dice que el hecho de mi visita no afecta en nada, que el clima es así en la capital, pero no estoy convencida. En las fotos que a veces me envía, puedo verla sin un solo abrigo encima. En cambio, yo apenas me bajo del avión, ya tengo la sudadera cerrada hasta arriba.

—Es un poco bipolar, ya deberías acostumbrarte.

Pero no, no me acostumbro. Si no fuese por las reuniones a las que me obliga a asistir mi padre, no tendría que viajar dos horas en un avión donde los oídos se me quieren explotar por la altura. Miento. Si no fuese por eso, igual vendría a visitar a Irene. Aunque probablemente no tan seguido, a lo mejor si las reuniones no existieran, ella podría viajar a MadeVille.

Es viernes en la tarde y desde la cama de Irene veo las gotas de lluvia repicar en la ventana. La reunión de la mañana ha ido bien, a diferencia de lo que papá creía. Se habló de un plan de contingencia con el que estuve de acuerdo y que empezará a funcionar el lunes. Papá también cree que será lo mejor, aunque tiene miedo.

No es fácil tener que abastecer de frutas y verduras a un pueblo como MadeVille y sus alrededores. Sobre todo, SynCin City, la ciudad más cercana. Ya el miedo empezó a abordar los televisores y todo el mundo está saliendo a hacer compras sin sentido. Entiendo que hayan declarado la situación como pandemia, pero cálmense, ni siquiera han detectado un caso en el país.

La cuestión es que al parecer hay un virus rondando todos los países del mundo y a quienes dirigimos empresas de alimentos, este tipo de situaciones nos preocupan. Debemos estar preparados para las compras compulsivas que ya se empezaron a dar. La gente está entrando en pánico, sobre todo en BlindStone, pues aquí llegan todos los vuelos internacionales. Personalmente, me desentiendo de todo. Esta noche tomaré un avión hasta MadeVille y me resguardaré en la granja de mis padres, lejos de tanto ruido e histeria.

Irene al lado mío se mueve un poco y yo contengo la respiración. No le gusta que la despierte, mucho menos después de haber estado juntas. La contemplo por un momento. Sus rizos están echados hacia el otro lado y siento ganas de acariciarle la espalda morena descubierta. En un día normal, como lo llama ella, ahora podríamos estar las dos desnudas en la cama durmiendo, pero con este frío es imposible. Ella lo aguanta más porque está acostumbrada. Yo sí he tenido que ponerme la sudadera encima y sentarme en la cama a pensar.

Cada vez que la visito, es la misma rutina. Salimos de la reunión, almorzamos con rapidez y llegamos hasta su apartamento a disfrutar del tiempo que tenemos a solas mientras llega su abuela. A la que por cierto no le caigo nada bien. Es de esas ancianas conservadoras que no acepta que dos amigas duerman en la misma habitación. Porque para ella, yo soy la mejor amiga y compañera de trabajo de Irene. Ella no insiste en entrarla en razón. Ya es una mujer adulta, no hay manera de explicarle algo tan complicado como la diversidad sexual. Complicado para ellos. Porque para mí es fácil: tengo derecho a amar a quien se me dé la regalada gana.

Irene es más comprensiva, a diferencia de mí, se toma con más calma las cosas y no tiene afán ni siquiera en ponerle etiqueta a lo nuestro. Algo que a mí me está faltando. Salimos hace cuatro meses cuando mis viajes iniciaron. Ella es la secretaria del Señor Lee, el socio de mi padre en la capital. En nuestro primer encuentro, se ofreció a invitarme a almorzar y darme un pequeño tour por la ciudad antes de viajar de regreso a MadeVille. La química fluyó de inmediato. Fuimos al grano. Y hasta ahora ha funcionado.

Sin embargo, no sé hasta cuanto tiempo. Me gustaría poder quedarme todo un fin de semana con ella, salir a pasear por la ciudad y podernos despertar hasta tarde sin que el aviso de que su abuela está por llegar, nos corte el momento. Irene es hija única y solo cuenta con su abuela. Bueno, ahora también me tiene a mí. Me gustaría que pensara así.

—¿Qué pasa? —Veo a un lado y me doy cuenta de que Irene se ha despertado, pero aún no abre los ojos del todo— ¿Qué hora es?

—Falta media hora —Le digo. Su abuela los viernes va a jugar al bingo donde unas amigas y no llega sino hasta las 6:00 de la tarde.

—Tenemos algo de tiempo. Ven aquí.

Me acuesto y la busco. Ella me abraza no sin antes bajar el cierre a mi sudadera. Un minuto después, está de vuelta al piso con el resto de mi ropa.

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A las 7:00 de la noche tomo el taxi al aeropuerto. Irene no puede acompañarme hoy porque su abuela ha invitado a dos vecinas a comer a su casa y debe hacerse cargo. A veces creo que esa señora solo ve a su nieta como una esclava. Cuando llegó al apartamento y me encontró en el sofá acariciando a su gato, casi que su mirada me ha clavado un cuchillo. Siempre he sido amable, así que no entiendo cuál es su rabia.

—De pronto es ese pequeño aro que cargas en la nariz. —Me dijo una vez Irene— Y también deberías plantearte alguna vez vestir algo de color.

—¿Qué tiene de malo mi ropa negra? —Replico— Es decente. Simples jeans, camiseta y chaqueta. ¿Qué más quiere? Lo que yo creo es que ella sospecha lo nuestro.

—No digas tonterías, Lisa.

Irene me acompaña a tomar el taxi. No puedo besarla o acariciarla porque casi puedo apostar que su abuela nos está viendo desde la ventana. En una de mis visitas me despedí de ella con un efusivo abrazo y le acaricié el rostro. Esa noche tuvo un encontronazo con su abuela que demoró semanas.

—Avísame apenas llegues, ¿vale? — Me dice y me toma la mano con disimulo.

—Vale — Respondo yo mirando sus ojos negros y conteniendo las ganas de lanzarme encima de ella.

Finalmente, subo al taxi y la veo desaparecer a medida que avanzo. Dejarla es la peor parte de mis visitas. Verla una sola vez al mes está empezando a ser insuficiente para mí, pero es con lo que podemos lidiar por el momento. Así como Irene, yo solo tengo a una persona en mi vida: mi padre.

El taxi toma la avenida Okala y se sumerge en un trancón que me toma media hora hasta llegar al aeropuerto. Miro el reloj, llego justo a tiempo. El vuelo sale a las 9:00 p.m. sin embargo, apenas me he bajado cuando detecto un movimiento distinto esa noche. Varias personas de seguridad corren de un lado a otro y hay personas con tapabocas que caminan rápido con sus maletas.

Diviso el punto de mi aerolínea para asegurarme de cuál puerta de abordaje me toca, pero encuentro a un grupo de diez personas, todas hablando al tiempo contra una chica rubia con uniforme.

—Ya les dije, señores. Los vuelos han tenido que ser reprogramados por circunstancias ajenas a nosotros.

¿Reprogramados? Apenas escucho la palabra, también me vuelco en el grupo de personas que exigen una explicación. La mujer, con la mayor paciencia del mundo, nos explica que la orden ha llegado desde el presidente del país. Aquí es cuando me entero de una nueva noticia: ya han identificado cinco casos del virus en BlindStone que fueron importados desde el exterior. Es por ello que han cancelado toda operación aérea en el territorio, al menos por esa noche.


© Todos los derechos reservados a la autora original, @MariaDanielaR.

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