La música del pequeño restaurante se mezclaba con las carcajadas de los clientes, y aquello aumentaba cada vez que ordenaban otra ronda de bebidas. Los dueños del local estaban más que encantados con atender a cientos de personas, pues todos sin excepción eran ex compañeros de la escuela de su bien portado hijo, Yuta Nakamoto. Él admitió que no esperaba que la mayoría se presente a la reunión, teniendo en cuenta que podrían tener un horario de trabajo apretado o quién sabe qué. Sin embargo, sucedió todo lo contrario y el local sirvió una infinidad de platos para saciar a un escuadrón militar. Yuta bebió hasta que las mejillas de su rostro enrojecieron, y carcajeó hasta perder la noción del tiempo.
—¿La vida de casado te ha tratado bien? —carcajeó Mark a su costado.
—Eso, eso —se le unió Donghyuck. —Te falta presentarnos a la afortunada, hombre.
—Ni hablar, la espantarán —sentenció Yuta levemente.
Los tres rieron al unisonó, por su parte Mark bebía sake mientras veía como el payaso de su amigo jalaba del hombro derecho de Yuta, suplicándole que se moría por ver su esposa y sobre todo a la pequeña versión de éste.
—Se ha quedado en casa a cuidar de nuestro hijo —explicó Yuta, apoyando su barbilla en su mano. —Que estos ambientes no son muy de su estilo.
—Qué pena, me moría de ganas de conocerla —habló una mujer frente a él, tan solo les separaba la extensa mesa negra. —¿No es un poco feo que no te quiera acompañar?
Yuta se encogió de hombros, no parecía importarle mucho.
—No le hagas mucho caso, Yuta —sugirió otra chica. —Nosotras te podemos hacer compañía esta noche.
Incluso en un estado de ebriedad, era más que claro las intenciones que tenían las dos muchachas, pero parecía no surtir ningún efecto en Yuta, quién parecía realmente ido. Mark pasó una mano por el hombro de Yuta, y Donghyuck tosió de una manera para nada sutil que llamó la atención de las chicas.
—Un momento, chicas, por favor, Yuta está fuera del juego —declaró Donghyuck. —Pero yo estoy aquí, y vuestra compañía es más que bienvenida.
Mark entrecerró los ojos, tratando de comprender la estupidez de su amigo. Como respuesta las dos mujeres rodearon los ojos y se dispusieron a levantarse de sus asientos.
—Como si eso fuera posible, lelo —tajó una de ellas y se marchó con su amiga.
—¿Lelo? —repitió Donghyuck con voz baja. —Oigan, chicas, chicas, esperen. ¿Adónde van?
—Que buena jugada, Haechan —señaló Mark. —Así dejan tranquilo a Yuta por el resto de la noche.
—¿Pero a mi qué me importa Yuta? Si yo quería que ese par se aproveche de mí —lloriqueó Donghyuck de manera patética.
Mark y Yuta se miraron entre ellos. Optaron por no destrozar la poca dignidad que quedaba de su amigo, y le alentaron a que no se rindiera en su intento por ser un casanova. Al fin y al cabo, un montón de gente había venido a la reunión de ex alumnos así que existía la posibilidad de que Donghyuck saliera de este sitio con una futura novia.
—¿Cómo? —el tono de Donghyuck era escandaloso luego de su quinta ronda.
—Que no te puedo dar viajes gratis, Donghyuck —tajó Yuta.
—Te haces piloto, y no le puedes dar un aventón por el cielo a tu viejo amigo —acusó Donghyuck. —¿Dónde queda tu lealtad, Nakamoto?
—Es un poco decepcionante para ser honesto —opinó Mark.