La Aparición.

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    Para que todo finalice debe primordialmente iniciar. Para que un ciclo se repita debe haber un ciclo que se haya iniciado. Todo en este universo comenzó con el final de otro comienzo. Y así millones y millones de años atrás, este planeta fue creado. Irremediablemente para que algo tangible exista, un ente intangible debe existir. Así para que las leyes de este planeta existan siempre hay un guardián. Un ser intangible que le da forma a lo tangible dependiendo de lo avanzado del mundo que el guardián vigile, este es considerado un protector, un dictador, un ser divino, un demonio, un esclavizador o un vigía.

En este mundo lo llaman Yahvé. Y Yahvé ha estado viendo a este incipiente mundo crecer, desarrollarse, llenarse de las criaturas más maravillosas que jamás vio en otros mundo que vigilaba. Yahvé se enamoró de este mundo como jamás otro vigilante se enamoró de otros mundos. Pero Yahvé no es diferente al resto de los Vigilantes en el universo. Yahvé tiene un solo poder, que otras divinidades cósmicas no tienen. Los vigilantes del universo poseen la cualidad de crear a una criatura cada 10 o 15 millones de siglos. Esta criatura es absolutamente su creación de la nada. De entre polvos estelares, elementos básicos y la imaginación de cada vigilante nacen entes conscientes de su propia existencia. A partir de estos seres etéreos perfectos y luminosos pueden entonces crear sus contrapartes tangibles que son el equivalente de la firma de autor de cada mundo observado por los vigilantes.

De entre todos los Vigilantes Yahvé es el más Orgulloso, el más imponente y el más misterioso. Siempre pensó que sus mundos no debían saber de él lo cual provocaba un profundo misticismo entre sus creaciones. Yahvé ha cultivado los mundos más hermosos y más reconocidos del universo en ambos planos, astrales y tangibles. Pero Yahvé, dentro de su inmensurable sabiduría y rectísimo temple, nunca hizo mayor celebración por sus casi perfectos mundos. Su orgullo no se lo permitía pues, sabía que dentro de su ser había todavía una creación más perfecta. La perfecta imperfección, constantemente se decía, me falta la perfecta imperfección.

  

Pocos milenios después de que la Tierra había logrado asentarse y un cierto equilibrio cuasi perfecto se había logrado Yahvé comenzó a trabajar en su más maravillosa creación hasta ahora. Al final de otros tantos milenios Yahvé logró construir una de las creaciones más maravillosas que hubiere cualquier guardian deseado hacer. Impresionante estructura, impecable densidad y figura, bipedo, de brazos extensibles y moldeables. Bellísima estampa, temple de hierro, fuerza inigualable, prácticamente comparable a su mismo creador.Inteligencia indomable, perspicaz, orientado, íntegro y completamente consciente de su lugar en el esquema de las cosas del universo. Sus ojos, sus ojos eran un total obscuro con un leve anillo gris que le daba una especie de brillo celestial. Yahvé por fin estaba convencido de que había logrado su meta final. Su perfecta imperfección, excepto que, este ser era completamente perfecto.

Yahvé apenas tuvo que soplarle vida a este ser, puesto que era casi tan perfecto que parecía que cobraría vida por sí mismo. Yahvé por primera vez sintió algo que antes no había sentido en todos su billones de años de existencia en el universo. Sintió un profundo y desbocado orgullo por su creación y quiso gritarle por primera vez a todos los guardianes lo que había logrado en este ínfimo planeta repleto de agua. Había logrado a un ser a su imagen y semejanza, había creado lo más cercano a un Vigilante que un Vigilante podría haber creado.

  

Yahvé embriagado de orgullo por la construcción de este ser tan perfecto, creo un edén para que él lo rigiera. Estaba tan absorto en la perfección de su firma de autor que pensaba verdaderamente dejarle el control absoluto de este mundo a éste, quién dentro del corazón del Vigilante era su primogénito, el más hermoso, aquel que traería una nueva luz a este de por sí, hermoso planeta. Yahvé le dio a este ser su conocimiento, su fuerza, su entendimiento de las cosas y del universo entero. Yahvé le dio las llaves de todo lo que un Vigilante conoce a su hijo y a este hijo primero le llamó... Lucifer.

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