El imperfecto

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Ya habían pasado cientos de eones desde que alguien había siquiera mencionado el nombre de Lucifer. Su existencia era desconocida para muchos Ängeles. Algunos llegaron a verlo. Pero es la generación más vieja, la original, la que vivió con él, la que sabía la verdadera historia. Algunos repudiaron sus acciones, otros más comprensivos lo habían perdonado y lamentaban su pérdida. Incluso habían algunos que lo consideraban su hermano y rezaban por su suerte. Los arcángeles como Gabriel, Miguel y Rafael tenían sentimientos encontrados pues los volvió maquinas de pelea y alteró su fisionomía pero al mismo tiempo los hizo poderosos y más iluminados que sus hermanos. Pero dentro de todos los Ángeles, aquel que lamentaba más la pena del exilio de su hermano era Jeqod, el encantador.

Jeqod era el hermano favorito de Lucifer. Siempre hablaban de este mundo ideal que querían forjar juntos entre los cielos. Un edén de orden donde todo el mundo tuviera un propósito en la vida y nadie jamás tuviera infelicidades. Detrás del palacio de las Nominaciones, cerca del borde del reino de los cielos, hay un pequeño bosque, donde hay pocos seres vivos recolectados de la Tierra. Reptiles la mayoría, recién supervivientes de muchas calamidades de sus hermanos mayores. Jeqon no era fanático de dichos seres, pero disfrutaba mucho de sentarse con lucifer a admirarlos.

Lucifer era un ángel de pocas palabras, sin embargo, Jeqod y él se entendían muy bien. Jeqod admiraba la pasión que Lucifer manifestaba por cada una de las cosas que hacía. Lucifer siempre tomaba especial orgullo en cada una de sus creaciones y decisiones. Siempre buscaba una manera mejor de hacer las cosas y siempre se empeñaba con todo el corazón.

Jeqod siempre fue de una naturaleza muy inquisitiva. Amaba saber más cosas. A partir de que Lucifer se fue del paraíso, Yahvé, consternado por el poder que le dió a un solo ángel, repartió las responsabilidades entre todos ellos, guardando así los secretos del universo por partes a cada grupo de ángeles. Esto había limitado la curiosidad de Jeqod siempre encontrándose con un nuevo candado para cada nuevo conocimiento, necesitando la expresa autorización de Yahvé para revelar un poco más de los conocimientos del universo. Yahvé temía que si un solo ángel tenía todo el conocimiento entonces un nuevo Lucifer surgiría. Jeqod, por sobre todas las cosas, es un ángel astuto, inteligente y sagaz. Por lo que no preguntaba directamente mucho a los otros ángeles sus múltiples dudas. Únicamente hace conversación casual y la ingenuidad de algunos de sus hermanos provoca fugas severas de información.

Parecía que habían pasado Eones en la tierra desde que Lucifer había sido enviado a la Tierra, ya no existían los enormes reptiles del jardín que eventualmente fue conocido como el Edén. Ahora los sustituyen criaturas gigantescas y llenas de pelo que eran una muestra de la vida que existía en el plano material de la Tierra. De entre todas ellas, a pesar de su belleza e inmensidad, la criatura favorita del creador fue una. Le hacía llamar hombre. Este hombre era un ser imperfecto. Creado del mismo barro con el que creó la Tierra, Yahvé comprendió la error de sus formas, entendió que la perfección es vanidad y es pensar que algo que un ser supremo puede crear, puede ser aún mejor que este. Así que con el mismo amor y cuidado que formó a la atmósfera y el aire que respiran y así como creó el perfecto balance que poseé la naturaleza de su planeta protegido, Yahve creo al hombre para evitar que el orgullo dominará a esta, su perfecta imperfecta creación. Finalmente su perfecta imperfección se haría realidad.

El hombre fue un cuidadisimo experimento, tan elaborado, tan meticulosamente descuidado que Yahvé temía pasarle cualquier tipo de emoción negativa, por lo que procuró a cada momento pensar precisamente lo que este ser debería de ser. Debería ser un ser natural, sin reglas más que las que la naturaleza le impusiera pero suficientemente divino para distinguirse de las demás bestias. Yahvé procuró esta vez, no informarle de su existencia ni del plano intangible pues, tanto conocimiento a una especie tan joven podría dañar más de lo que podría afectar positivamente a su creación. Esta vez formó a su creación a su imagen y semejanza pero utilizando elementos que el planeta había desarrollado por sí mismo. Se presentó ante él como un padre estricto y lleno de reglas que tuvo que idear tras la caída infame de su perfecta criatura. Fue tan metódicamente ideado, que le pasó los dos sentimientos más poderosos que determinan al ser humano. Le heredó un terrible miedo y al mismo tiempo una enorme esperanza. Al final de los tiempos estas dos características serían los caballos que jalan la carreta de la vida humana. A su manera de ver, el hombre era para Yahvé, la perfecta imperfección.

Jeqod, tratando de emular las largas tardes en silencio con su hermano exiliado, observaba constantemente al hombre. Lo veía interactuar con las otras criaturas del Edén. Gustaba de ver sus actitudes y expresiones faciales. Notó cómo a pesar de tener en sus manos toda la creación que Yahvé preparó para él, el hombre se aburría. Únicamente jugaba con algún elemento de la creación por unas horas e inmediatamente quería algo más emocionante y más nuevo. Jugaba con las crías de los animales pero los adultos le servían de alimento. A veces agredía a los otros animales sin pensar. Y disfrutaba un poco de la crueldad que era capaz de lograr, era un tanto invitante. Pero lo que más le sorprendía de este ser, sin duda, era su infinita curiosidad. El hombre tocaba, olía, probaba y miraba fijamente todo lo que existía en el Edén. No había materia en sus alcances que estuviera privada de un atractivo envolvente para el Hombre. Jeqod, lleno de sabiduría heredada por Lucifer, sabía que había algo anormal y potencialmente peligroso en el hombre. Por supuesto, este era su secreto particular puesto que Yahvé tenía en sus mejores afectos a este apestoso ser al que le había dedicado mucho tiempo y pensamiento. Jeqod sabía que al siquiera mencionar algo negativo sobre él, su destino podría ser sellado en las profundidades tal como su querido hermano. Jeqod solo contemplaba la perfecta imperfección de Yahvé, sabiendo que no en mucho tiempo la suerte de este ser cambiaría.

No pasó mucho tiempo cuando Yahvé descubrió que su imperfección necesitaría vivir por si mismo cuando los confines del jardín del Edén ya no era suficientemente amplio para la curiosidad del hombre. Así que tomando una muestra de Adam, el nombre que Yahvé le dio a su creación debido a que significaba "el primero" en el lenguaje de los Guardianes, confeccionó a un hembra y comenzaron los planes para reinsertarlos en la naturaleza, con la esperanza de Yahvé de que este ser algún día llegara a ser suficientemente inteligente para prosperar y vivir en armonía fuera del Edén.


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⏰ Última actualización: Nov 03, 2015 ⏰

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