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Decimonovena historia

Mi madre siempre me recordaba una regla que no se podía romper en absoluto: No podía ir al sótano. Ese lugar es un misterio total para mí. Lo único que sé és que un sonido suele sonar de allí, era como un cachorro llorando, ¡Pero yo tenía muchas ganas de ver al cachorro!
Así que un día, abrí la puerta del sótano, bajé de puntitas con los pies.

No había ningún cachorro.

Entonces mi madre me sacó de la habitación y empezó a gritarme como nunca.
Me puse triste y empecé a llorar.

Me dijo que nunca más volviera al sótano y justo después me dió una galleta.

Al final, jamás le pregunté por aquel chico que estaba ahí dentro, haciendo sonidos como los de un cachorro, o por qué no tenía ni manos ni pies.
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Hoy se duerme con mamá 😰

Créditos: Aivaras Kaziukonis y Melanie Gervasoni

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