#4 - La llamada

456 37 2
                                    

" quizá es porque me sentí como
en casa contigo mucho antes de
que me dejarás entrar "

...

—¿Papá? —¿No lo había dicho? Disculpadme, os lo contaré rápidamente.

Mi relación con mi padre no es que sea mala, sino que es rara, mi madre y él se separaron cuando yo tenía ocho años, es algo que no suelo contar porque a pesar de ser bastante abierta en redes no es un tema que me emocione demasiado.

Tres años más tarde él encontró a una nueva mujer que supongo que era lo que él deseaba. Pero dejadme deciros que no fue así.

El problema de mi padre no era ese, no era la mujer, o quizá si, pero no era porque no encajara con esas dos mujeres, era que no encajaba con ninguna.

Mi padre se declaró homosexual después de bastante tiempo dudando, y por fin encontró a su media naranja, aunque ese término me repugne.

Resultó que la persona de la que se enamoró, su actual marido, tenía algunos problemas con el alcohol. Estuvo una gran temporada intentando desintoxicarse pero hace unos meses tuvo una recaída.

No es que no quiera a mi padre, pero la relación que tengo con él, jamás será como la que tengo con mi madre. Y, seamos sinceros, mi padre tampoco es que se preocupe demasiado por mi, y si no lo hace, no lo demuestra.

Las veces que mi padre me llama suelen ser malas noticias, porque siendo realistas, no lo hace demasiado, de aquí viene, mi reacción tan alarmada.

Y cabe recalcar que su tono de voz era cabreado, y odio que la gente me habla mal.

—Te lo repetiré, Juliette. —Mi nombre completo. Mala señal. —¿Donde estas?

Yo suelto una risa seca. —Vaya, ¿ahora te preocupas por mi? Porque estoy segura de que no es eso, ¿que ha pasado?

Al otro lado de la línea se puede escuchar como mi padre suspira, y entonces ya lo sé. Tengo razón.

—Es Nicolas. —Así que todo esto es por su marido. —Te quería pedir un favor.

—¿Tú o él? —Le fruncí el ceño al teléfono.

Mi padre suspiró. —Los dos. Ha vuelto a caer, ¿vale? Y te quería... —Se aclara la garganta. —Queríamos preguntar, si podías darnos algo de dinero para él.

—¿Estas de coña? ¿Cuantas veces me has pedido dinero en los últimos meses? —He elevado un poco el tono de voz, y me alejo un poco más intentando bajarlo de nuevo.

—Juliette, no seas así. Estamos pasando por un mal momento. —Yo niego con la cabeza como si mi padre pudiera verme.

—Ni siquiera estoy en España, y no voy a seguir ayudando a una persona que se acaba gastando el dinero es más alcohol. —Endulzo mi tono de voz solo para no soñar tan dura. —Lo siento, papá.

—Es... Da igual. —Su voz se va apagando y hace que yo me sienta mal. —Solo, ¿donde estas?

—Ahora mismo en Dubái. —Yo veo como los chicos me miran con preocupación, y suspiro casi que por sexta vez en la llamada. —¿Podemos tener esta conversación en otro momento? —En el momento en el que lo digo me siento mal.

Estoy siendo egoísta, por primera vez en mucho tiempo estoy siendo egoísta, y no sé si eso me gusta o no. Es decir, he vivido demasiado tiempo preocupándome por los demás pero ahora que lo planteo así sólo parece una excusa barata para ser injusta con los demás. En este caso mi padre.

—Si, está bien. —Yo escucho atentamente, después de tanto tiempo sigo esperando algunas palabras de cariño que vayan más allá de lo formal por parte de mi padre, pero supongo que no los hay, nunca las ha habido. —Adiós, Juliette.

—Adiós, papá. —A pesar de haber escuchado el pitido lo susurro. —Te quiero. —Pero no vale de nada, porque él ya ha cortado la llamada.

Los chicos me miran con caras confundidas a medida que me acerco a ellos. Mi rostro no es que sea de pura alegría así que aunque sé que se han dado cuenta de que me pasa algo agradezco que no hayan indagado demasiado.

—¿Qué tal? —Jopa es el que rompe el hielo.

Yo levanto la cabeza y fuerzo una sonrisa. —Todo bien, sólo era mi padre. —Saben que miento, pero lo dejan pasar, y así todo es más fácil.

Yo camino con la cabeza totalmente en otro sitio distinto al viaje y a los chicos y suspiro.

Cuando llegamos de nuevo al hotel yo hablo un poco con los chicos como si todo estuviera bien, estoy a punto de irme a la cama cuando Daniel me llama.

—Creía que íbamos a ver la siguiente película de Harry Potter. —Y eso es lo que me hace sonreír, sonreír de verdad.

—Me cambio y me siento contigo. —Yo susurro, sus labios se curvan hacia arriba y la mirada tan poco discreta de Adri no me pasa desapercibida.

Pero no es nada, es mi amigo.

O quizá no es mi amigo aún, pero todavía hay tiempo para conocernos, aunque ya llevamos unos cuantos días juntos.

Una vez entro al baño me cambio con toda la tranquilidad que puedo reunir, no es demasiado grande pero tampoco es que necesite que lo sea más.

Mis pies descalzos tocan el suelo, y mi vista se dirige sola hacia el espejo, donde yo estoy reflejada. Automáticamente una mueca aparece en mi cara, me siento rara.

Vuelvo rápidamente a la habitación, el suelo frío me hace sonreír, y me siento en la cama al lado de Daniel. Él ya tiene la película preparada, y en cuanto yo estoy a su lado, le da al click.

Ambos estamos embobados viéndola, pero hasta yo noto como sus ojos se cierran solos, por un segundo yo noto mi propio cansancio, pero decido acabar ya su sufrimiento.

—Oye, podemos terminarla en otro momento, ¿sabes? —Él fuerza una pequeña sonrisa de disculpa sabiendo a que me refiero y cierra el portátil.

—Lo siento, estoy agotado. —Niego con la cabeza restándole importancia.

—Está bien, yo también estoy cansada. —Yo me despido con un pequeño movimiento de mi mano y me subo a mi litera.

Una vez tumbada allí cierro los ojos, por fin ha acabado el día, sin duda, demasiado largo.

—Buenas noches, Juliette. —Yo frunzo el ceño, ¿quién demonios me llama Juliette? Todos me llaman Juli.

Yo levanto la cabeza para mirarlo en lo alto de la litera. —Buenas noches, Daniel.

𝙫𝙤𝙡𝙖𝙣𝙙𝙤 𝙘𝙤𝙣𝙩𝙞𝙜𝙤 - 𝘱𝘭𝘦𝘹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora