Curva de aprendizaje |Minsung

13

Jisung

Señalé la pantalla.

—Siempre estás tomando los derivados cuando se trata de este tipo que pasa la línea de golpeo.

—Él es el corredor.

—Correcto. Haces que su pendiente sea igual a la línea tangente. Solo que esta línea tangente es el suelo.

Minho miró la pantalla e inclinó la cabeza.

—Eh.

— ¿Lo ves?

Una lenta sonrisa se extendió por su rostro.

—Sabes, creo que en realidad lo hago.

—Bueno. Y ahora si nos fijamos en la integral definida de un jugador...— Explicar el cálculo usando el fútbol fue una idea genial. Porque lo consiguió.

Como había dicho el Sr. Lee, en el campo de fútbol, Minho hacía los aspectos prácticos de las matemáticas todos los días. Solo que, para él, no eran matemáticas. Era fútbol.

Todo lo que tenía que hacer era hacerle ver la conexión, mostrarle cómo lo que hacía en un juego sin siquiera pensarlo estaba relacionado con el cálculo.

Y lo entendió.

No fue fácil para él, y dudé mucho que usara el cálculo de nuevo en su vida. Pero necesitaba pasar esto para seguir jugando al fútbol. Para permanecer en la escuela. Para quedarte conmigo.

Todo lo que tenía que hacer era conseguir pasar. Sabía que podía hacerlo. No tenía ninguna duda. La persona que necesitaba convencer era Minho.

Aprendió mejor haciendo lecciones más cortas y más frecuentes. Sentarlo durante un largo y duro trabajo significaba que estaría desconectado en poco tiempo y su cerebro cerraría las persianas. Así que ráfagas más cortas fue lo mejor.

Y estaba funcionando.

El jueves, una semana antes de su examen, Jayda y yo estábamos sentados en el patio esperando que Minho saliera de su clase. Su profesor les estaba dando una sesión de estudio y tiempo para hacer cualquier pregunta.

Estábamos revisando nuestro módulo de estructura de datos, sentados al sol, ocupándonos de nuestros propios asuntos cuando escuché a un tipo decir:

—Ella está ladrando al árbol equivocado allí... a menos que a él le gusten las dos cosas.

Miré hacia arriba para ver quién había dicho eso y a quién se lo habían dicho, sin pensar que estaba dirigido a nosotros, y por supuesto que era Gavin. Estaba con dos de sus amigos.

Lo miré y Jayda puso su mano en mi brazo.

—Solo ignóralo.

—Es un idiota —murmuré. Gavin se burló.

— ¿Qué fue eso?

—Déjanos en paz —le dijo Jayda.

— ¿Qué fue eso? —Empezó a caminar hacia ella y estaba claro que había estado esperando para decirle algo. Sus ojos estaban entrecerrados en Jayda, su mandíbula estaba apretada—. ¿Quieres hablar conmigo ahora después de que me dejas caliente y seco?

Jayda cerró su libro y tomó mi brazo, tirando de mí hacia la biblioteca.

—Sí, aléjate —gritó—. Gasté mucho dinero en ti y no obtuve nada. Dejé de caminar.

A la mierda eso.

Me giré para mirarlo, mordaz con este pedazo de mierda. Estaba tan enojado que apenas podía hablar.