Capítulo III

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Uchiha Sasuke recuperó la consciencia en el momento que una voz pronunció su nombre en un tono autoritario. Abrió los ojos y fue incapaz de descifrar su entorno. Estaba sumido en la más absoluta oscuridad; sólo la luna, tímida e inquietante, se lograba divisar entre las rendijas de algunas ramas.

Siguiendo un impulso, condujo su mano hacia la boca de su estómago. Sus dedos encontraron un agujero en su camisa, y sus yemas no titubearon en adentrarse y repasar una superficie rasposa. Presionó y tanteó el líquido que brotó de la abertura. Caviló la probabilidad que se tratara de su sangre, pero el fluido era demasiado espeso y tampoco sentía dolor. Detuvo su exploración cuando atendió esa voz llamándolo de nuevo. Sintió la necesidad de reintegrarse y desplazarse en la penumbra. No tenía un lugar en mente, pero presentía que sus pies lo llevarían donde debía estar.

Utilizó su brazo como soporte para levantar su torso y alzar la cabeza. Se quedó quieto por un minuto. Sentía su cuerpo extraño: pesado y lento. Tensó la mandíbula una vez que se decidió a dar el impulso definitivo. Jamás esperó que la gravedad trabajara en su contra. Cayó y sus labios besaron un cúmulo de maleza y hojas. La ira bulló en su interior y actuó en consecuencia. Empezó a golpear a puño cerrado la tierra, tal como si su vida dependiera de ello. El dolor era inexistente, pero su entusiasmo acrecentaba con cada segundo que transcurría. No le importaba dañarse. Sólo deseaba destruir algo... Logró parar al atender un crujido.

Ubicó su mano frente a su rostro y extendió los dedos. La luz de la luna le permitió discernir su temblor, así como la torcedura de su dedo anular. El insano deseo de tomarlo dentro de su boca y triturarlo, hizo gruñir su estómago. Cuando la saliva se desparramó por su barbilla, una alarma se activó en su cabeza. Apartó su mano y ensanchó las aletas de su nariz, aspirando y exhalando repetidas veces mientras obligaba a su cuerpo a quedarse en reposo. No entendía lo que sucedía. Sus reacciones eran demenciales, dignas de un psicópata o un inadaptado social; pero el hambre que sentía era real, así como el placer que lo envolvía cada vez que sopesaba en causarse dolor.

El graznido de un pájaro lo sacó de sus elucubraciones. Un aleteo en la copa de un árbol llamó su atención. Curioso, intentó seguir el desplazamiento del ave, pero le fue imposible. Sin más opción, dejó que sus demás sentidos percibieran lo que sus ojos eran incapaces de desvelar. Pronto, pudo atender el silbido del viento al golpear contra los árboles; fue consciente del roce de los bichos contra su piel, así como de la sonata interminable de los grillos. Estaba convencido que se encontraba tendido en el corazón del bosque, pero el calor imperante era inusual. Su cuerpo prácticamente ardía y expedía un olor no tan agradable... Sus orejas se movieron al atender unos pasos.

No estaba solo.

Urgido, intentó reintegrarse, pero sus extremidades se tornaron más pesadas, tal como si hubieran accedido a cargar cincuenta kilogramos cada una. Más pasos acompañados de bufidos rompieron la frágil sinfonía de la noche. Sasuke, incapaz de vencer esa carga imaginaria y ponerse en pie, gateó por la tierra.

Sus ojos brillaron con tonalidades anaranjadas y amarillas cuando contempló un árbol siendo consumido por el fuego. Pausado, se dirigió a un tronco libre de la penumbra y se apoyó sobre éste. Regresó la vista hacia aquella atractiva luminosidad y amplió su campo de visión. Se percató que eran cuatro los árboles que se incendiaban y formaban un cuadrado perfecto. En el centro, una piedra de gran tamaño sobresalía entre la maleza.

De las sombras empezaron a emerger seres extraños que eran atraídos, tales polillas a la luz, hacia el interior del campo. Las facciones masculinas se fueron endureciendo mientras esos seres se acercaban más al fuego y desvelaban sus rasgos. No todos guardaban las mismas características, pero eran igual de repugnantes. Uno de ellos, el más sobresaliente, tenía una joroba que lo hacía caminar casi al ras del suelo. Su piel era grisácea e irregular. Sus manos se notaban grandes y desproporcionadas, lo mismo sucedía con sus piernas. Su pecho, musculoso, estaba expuesto, pero sus partes nobles yacían cubiertas por un harapo sucio y demasiado diminuto para su complexión. Ese monstruo se detuvo y movió las orejas. Miró en todas las direcciones hasta que reparó en su persona. A continuación, éste abrió la boca y le gruñó, exponiendo unos dientes afilados que se notaron más ante la ausencia de ambos labios. Uchiha Sasuke, batallando contra su cuerpo, consiguió alzarse sobre sus pies trémulos cuando ese ser se acercó a él.

Virginidad perdida- SasuhinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora