Capítulo IV

362 40 2
                                    

—Un Miseri ha quedado en pie —dijo Nihil, repasando las perlas negras alrededor de su cuello.

La kunoichi tragó saliva al tiempo que mantenía la mirada fija en la anciana. Tenía muchas preguntas en la punta de la lengua, pero era incapaz de formularlas. El miedo mezclado con la ansiedad estaba fungiendo como un paralizante efectivo y de larga duración.

—No luches. No hables. No grites —siguió hablando Nihil, con un tono severo y una postura rígida—. Entre más quieta permanezcas, el dolor será menor.

—Entiendo —exhaló en un suspiro nervioso.

—El brillo de tus ojos delata la esperanza que guardas en tu corazón. Pero, tengo que advertirte que, si continúas por esa línea, la decepción será más letal que cualquier dolencia física que padezcas.

—Él es diferente a cualquier otro —Hinata bajó las manos que había mantenido contra su pecho—. Creo fervientemente que ha sido el vencedor. Él ha pasado por cosas terribles y, a pesar de todo, ha salido adelante —la kunoichi respiró profundo y dibujó lo más cercano a una sonrisa cuando la imagen de Uchiha Sasuke desfiló fulgurante por su mente—. Además, no me tengo permitido dudar. Eso implicaría desmeritar el camino recorrido por él, y jamás lo haría.

—La alegría que guardas por volverlo a ver será eclipsada por el horror de lo que pasará entre los dos. Él sólo responderá a su necesidad, nada de lo que intentes hacer logrará calmarlo... El hombre que amas, no existe más.

Hinata quiso replicar, pero la vergüenza la cohibió de decir cualquier cosa. En seguida, su rostro se sonrojó y un bochorno atacó su cuerpo. Negar aquellas palabras la convertiría en una mentirosa; pero, confirmarlas, sería una traición contra sí misma. Los sentimientos que profesaba por Uchiha Sasuke eran una realidad exclusiva para ella. Una verdad, que nunca compartiría con nadie, ni siquiera con él.

La kunoichi tensó los músculos en el instante que Nihil avanzó en su dirección. Cuando la anciana se detuvo, lo hizo a escasos centímetros de ella. Estaba tan cerca, que temió que pudiera ser capaz de leer sus pensamientos.

Nihil metió la mano en el bolsillo de su bata blanca y sacó una réplica exacta de su collar de perlas. Sin ceremonia, lo pasó por la cabeza de la kunoichi y lo deslizó hasta su cuello. Hinata bajó la mirada y sus ojos reflejaron el brillo intenso que emanaba de la joya.

—Tienes que llevarlo puesto durante el encuentro —le informó. La forma cómo Nihil entornaba los ojos para verla y las pausas que hacía cada vez que le hablaba, le daban la impresión que, muy en el fondo, sentía simpatía por ella... o, quizás, era compasión.

Puede que, fuera así con todas las víctimas.

Puede que, se le revolviera el estómago pensando en lo que le sucedería.

Puede que, la luz de la luna golpeando el rostro avejentado suavizara su fisionomía y la empatía fuera una errada impresión de su parte.

—Él no tardará en venir —le dijo Nihil, alzando la vista hacia el cielo nocturno—. Te recomiendo que te quites la ropa y te acuestes. Es mejor que no lo hagas esperar.

*

*

Hinata rozaba las perlas sobre su cuello, deteniéndose de vez en cuando para apretar alguna de ellas. No sabía cuánto tiempo había pasado desde que Nihil la dejó sola, pero creía había sido el suficiente para desquiciarla. Su mente era un laberinto. Miles de pensamientos se asentaban para molestarla, para acrecentar el latir de su corazón e incentivar el enfermo vibrar de su cuerpo.

Virginidad perdida- SasuhinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora