Epílogo

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Sasuke la contemplaba, sereno en el exterior, pero roto por dentro. La reconocía. Era la mujer por la que había luchado tan ferozmente; por la que había logrado mantenerse en pie por fuerza de voluntad. Esos bonitos ojos grisáceos, esa piel pálida y esos labios sonrosados pertenecían a Hyuga Hinata; kunoichi de la aldea de la hoja, heredara del honorable clan Hyuga y su compañera de misión. Él parpadeó varias veces al tiempo que pasaba el trago amargo de la culpa.

Su mente se había despejado cuando ella lo había llamado por su nombre. Hubo querido hacerle saber que él la reconocía, pero se sintió indigno. Había emprendido acciones reprochables y repulsivas. La había sobajado y herido. A pesar de saber que estaba mal, no se había podido controlar. Su cuerpo había actuado solo... Cerró los ojos y gruñó. Era un miserable.

No podía decir que eran cercanos. La fría cordialidad con la que ambos se trataban estaba muy lejos de ser una amistad; sin embargo, la había observado lo suficiente para creer que ella era una persona sobresaliente y ejemplar. La pobre había intentado distraerlo con un beso. De seguro hubo de hacer un gran esfuerzo para reprimir las arcadas que debió generarle besar a un paria como él.

Sasuke intentó ponerse en pie cuando sus pensamientos se atendieron bajos y distantes. Sabía lo que se venía. Su cuerpo no tardó en traicionarlo, restringiéndolo y estimulando palpitaciones en partes puntuales: sus sienes, sus muñecas, su estómago y su pene... Hinata lo tomó de la mano y él atinó a enseñarle los dientes. Su tacto le picaba, lo angustiaba y lo incitaba a la perversión. Renegaba a la idea de contaminar a un ser puro y místico como ella con su maldad, pero sus instintos le gritaban al unísono queriendo llamar su atención. Quería tomarla, morderla, matarla, todo a la vez.

¿Qué instinto predominaría?

Desde lo más profundo de su ser, nació la urgencia de encimarse sobre ella y poseerla hasta que el último aliento escapara de su boca. La deseaba. La quería de rodillas y lista para recibirlo. Cerró los ojos y cuando los abrió Hinata estaba debajo de él, tal como lo había ansiado: abierta y húmeda. Él yacía afanado penetrándola, animándose cada vez más con los gemidos timoratos de ella. Su naturaleza protectora lo arrastró a sobar sus zonas erógenas, refrenando lo más posible la apetencia de practicar un sexo feroz. Miró las curvas del trasero femenino moviéndose descaradamente por su empuje, y su estómago gruñó saboreando la idea de morderla. Estuvo a punto de hacerlo... pero se aguantó.

No.

No podía hacerle daño.

¡No debía!

«Hyuga, Hyuga», se repitió una y otra vez en su mente, tratando de hacer de su nombre un mantra que le ayudara a asociar la mujer que tomaba salvajemente con su compañera de misión, con aquella kunoichi por la que jamás había albergado algún sentimiento romántico, menos sexual. Esa era la única manera que tenía para luchar contra sus instintos: apelar por la culpa y la estima que sentía por ella.

El hambre retornó y su extremidad se convirtió en un manjar. Se obligó a triturar su propio brazo y tragar los trozos de piel que logró arrancarse. Quedó insatisfecho, pero se consoló al conseguir mantenerla a salvo. Uchiha Sasuke se volvió a perder cuando su lengua descendió a saborear el orgasmo que salía potente de lo que podía ser su nueva adicción. Hizo el intento de controlar su libido, pero aquello fue imposible. Su deseo por ella era ilógico e insano. Lo sobrepasaba completamente.

Vociferó como un animal tan pronto su pene reclamó el lugar de su lengua y se dejó ir con todas sus fuerzas hacia el paraíso que era su interior.

*

*

—Es inaudito.

—¿Acaso es un sentimiento lo que quiebra tu voz, Nihil?

Virginidad perdida- SasuhinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora