Día número uno.

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« En realidad, creo que me habría importado más si hubiese conocido a Clarence. Si me hubiese dado el tiempo necesario para preguntarle sobre su película favorita, o esa canción que tarareaba siempre. Puede que hubiésemos sido grandes amigos; yo habría ido a su entierro, con alguna flor del color que tanto le gustaba y una sonrisa triste para su familia. Habría abrazado a su madre y consolado a su hermana y, tal vez, ahora estaría llorando en lugar de decirte esto. Supongo que soy egoísta. »

Me pregunto si el día de mi muerte habrá alguien arrepentido, sentado en las escaleras de la funeraria mientras contempla el umbral que nunca pasó, deseando haber tenido el valor para acercarse a mí cuando aún respiraba. Tal vez sea una aspiración absurda, pero me encantaría pensar que alguien, quien sea, simplemente sentirá impotencia a falta de lágrimas. En cualquier caso, sé que yo no estaría en el lugar de cualquier otra persona, ¿sabes? a mí me desagrada el olor primaveral de las flores, suelo bailar todas las canciones que escucho y siempre amé el negro.

Yo no culparía a nadie por olvidarme, creo que no puedes olvidar a alguien que no conoces. Puede que cuando me suicide nunca abracen a mi madre y le digan que fuí genial, que debería haber tomado otra decisión y me extrañarán, pero no les guardaré rencor.

Así que, Clarence, no me guardes rencor.

Memorias de un gato triste.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora