En la prefectura del amor todos actúan en el margen de la simpatía y bondad, hostigando a quienes delimitan sus acciones ajustándose a parámetros lejanos a los confines aceptables. Tierra de nadie que conocen todos, transeúntes de emociones deshonestas que se vuelven estalactitas, condensadas en ponzoña y hastío en una avenida pública custodiada por bifidos ápices. Comarca árida surtida de carencias apagadas, ocultas entre palabrería que, dice, anunciarse con la mejor de las intenciones. Luceros oscuros y postura rota, vacilando entre callejuelas que hieden a "quisieras" y medias sonrisas, aliñadas con "darse cuenta" que fracturan anhelos. Y de respuestas vestidas de dudas se inunda un corazón vacío, repleto de inmundicia sistólica que jura renovarse con cada diástole. "Peros" encrucijados en enmiendas de gráciles almas, eximidas de oscuridad y llanto porque en el distrito más purulento, todo es purulento. Dígitos sin yema trazan circuitos solo accesibles para los nobles, y ante todos ellos solo quedas tú. Fracasado.
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Memorias de un gato triste.
Non-FictionEspero que el día que me suicide, tú encuentres esto.