Coincidimos en fundamentos, supongo. Tan carentes de unos y tan sobrados de otros que vernos era como contemplar un reflejo distante, un beso esclarecedor en la penumbra de un amago. El vacío palpitante en un pecho frío y el absoluto «todo» que se tendía entre sus labios y mis peros, una senda tan extensa como escueta con un inadvertido final. Chocamos al mismo tiempo, quizás. Mirando a la nada con una esperanza extinta, con silencios ensordecedores y alguna que otra razón que se quedó en menos y renunció al más. Y en mi desgracia ví su fortuna, apoyada contra el maloliente destino como si su existencia hubiese sido una caricia inoportuna a alguno de los fragmentos de mi alma. Lloramos la misma noche, quiero creer, aunque la certeza de la incertidumbre me hace desconocer los orígenes conociendo que, como dos gotas de agua de diferentes tormentas, caímos en suelos distintos. Me gustaría creer que la melancolía de mis palabras será infinita pasión en los oídos adecuados y mientras las yagas de mis labios se curan en alcohol, viviré de credos.
Espero que jamás vuelvas a vivir en mi arte.
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Memorias de un gato triste.
Non-FictionEspero que el día que me suicide, tú encuentres esto.