PRÓLOGO

54 13 108
                                    


Anna, tienes que despertar

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Anna, tienes que despertar. No me hagas esto, por favor.

No sabía cuántos días habían pasado. Me encontraba tan absorta en mi cautiverio que el tiempo no tenía cabida a mi alrededor. Además, era muy difícil encontrar una forma de medir el paso de las horas cuando estaba en una habitación en penumbra, donde las únicas muestras de claridad provenían de mi debilitado poder. Cada vez me costaba más invocar las luces blancas, seguramente debido a la pobre alimentación que me estaban obligando a llevar. Había perdido peso, a pesar de mi falta de actividad.

Desde la visita de Patrick Shein, no había vuelto a ver a nadie. La comida la pasaban por una trampilla debajo de la puerta, al igual que mudas limpias que, en un intento de sublevación, me había negado a ponerme. Seguía con la misma ropa que al principio, a sabiendas de que mi olor corporal era ya insoportable. Pero no me importaba, aunque hubiese matado por una ducha caliente.

Mis intentos a voces para recabar información fueron infructuosos. Nadie contestaba a mis plegarias y lo único que había conseguido, sobre todo los primeros días, era quedarme ronca. La humedad que había en la estancia no ayudaba a que mejorara, ni mi voz ni mis fuerzas. Si hubiese entrenado más, a lo mejor podría haber derribado la puerta con mi don, pero no había conseguido ni hacerle un rasguño.

Me encontraba sentada en la cama, como casi todo el tiempo. Levanté la mano y una pequeña bola de luz blanca apareció. Demasiado pequeña, ya que mis fuerzas no me permitían mucho más. Con ello pude canalizar un poco la energía que me quedaba y tenía un efecto beneficioso en mi cuerpo.

Pensé en mi hermano Rob, estaría muy preocupado. Y mis padres, que conociéndoles estarían moviendo cielo y tierra para saber dónde estaba. También me acordé de Peter, pues nada de esto habría pasado si le hubiese hecho caso desde el principio. Una punzada en el estómago me atenazó, respondiendo a mi malestar. Había sido una idiota por pensar que Stu estaba realmente arrepentido. Todo esto ha tenido que ser orquestado por él, su padre y Lupin. Aunque no entiendo por qué intentó que le perdonase, si al final me iban a secuestrar a la fuerza. Puede que fuese por su propio entretenimiento, reírse de la tonta de Anna por última vez. Porque iba a ser la última vez, no me volvería a pillar. Habían conseguido eliminar la parte de mí que confiaba en todo el mundo.

Me levanté de la cama, estirando todos los músculos de mi cuerpo. Estar encerrada entre estas cuatro húmedas paredes me estaba pasando factura. Una, cada vez más tenue, luz blanca me acompañaba mientras andaba por la estancia y pensaba en todas las personas que estarían fuera esperándome, o eso imaginaba. Entre las que no pensaban en mí seguro que estaba Sonia. Aunque, por mucho que la odiase, no podía evitar sentirme preocupada por ella. No sabía que le estarían haciendo, ahora que creían que podría ser la de la profecía.

Era increíble cómo un grupo de personas adultas y funcionales podían seguir a ciegas las palabras de un libro. Al final, todo el mundo necesita algo en lo que creer y para ellos seguramente sería una vía de escape o algo a lo que agarrase. Pero no entendía la necesidad de querer darse a conocer a los humanos. No solo porque hasta hacía bien poco yo era una de ellos, sino porque los procedimientos que este grupo ha estado utilizando conmigo no me inspiraban mucha confianza. Si Patrick Shein conseguía el poder que tanto ansiaba, lo más seguro era que los cimientos del mundo se tambaleasen.

Iridiscente [Luces de colores 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora