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Jimin entró en la biblioteca con paso ligero, silbando una canción que había escuchado en la radio

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Jimin entró en la biblioteca con paso ligero, silbando una canción que había escuchado en la radio. Le encantaba leer y aprender cosas nuevas, y siempre aprovechaba sus ratos libres para visitar ese lugar que le transmitía paz y tranquilidad. Se dirigió a la sección de literatura, donde esperaba encontrar algún libro interesante que le hiciera viajar a otros mundos. Mientras recorría las estanterías con la mirada, se fijó en un chico que estaba sentado en una de las mesas, con un libro abierto frente a él. Era alto y delgado, con el cabello negro y ojos oscuros, cubiertos por unos lentes. Tenía una expresión seria y concentrada, y no parecía notar la presencia de nadie más. Jimin sintió una curiosidad instantánea por él, y se acercó con una sonrisa.

–Hola, ¿qué estás leyendo? --le preguntó, inclinándose para ver el título del libro.

El chico levantó la vista, sorprendido por la interrupción. Frunció el ceño y le miró con fastidio.

–¿No ves que estoy ocupado? --le respondió, con un tono frío y cortante.

Jimin se quedó un poco desconcertado por su reacción, pero no se dejó intimidar. Era una persona alegre y optimista, que no se rendía fácilmente.

–Vaya, no hace falta que seas tan grosero --le dijo, con un deje de diversión–. Solo quería ser amable y conocer gente nueva. ¿Acaso no te gusta hacer amigos?

El chico suspiró y cerró el libro con un golpe. Se levantó de la silla y cogió su mochila.

–No, no me gusta --le contestó, con sequedad–. Y tampoco me gusta que me molesten cuando estoy leyendo. Así que, si no te importa, déjame en paz.

Dicho esto, se alejó de la mesa, dejando a Jimin con la palabra en la boca. Este le siguió con la mirada, sin poder evitar sentirse intrigado por ese chico tan misterioso y antipático. Se preguntó cuál sería su nombre, y por qué era tan frío y gruñón. Decidió que no iba a rendirse tan fácilmente, y que haría lo posible por acercarse a él y descubrir más cosas sobre él. Tal vez, solo tal vez, podría hasta hacer que le mostrara una sonrisa.

–Espera, ¡no te vayas! --le gritó, corriendo tras él–. ¡Al menos dime cómo te llamas!

El chico se detuvo en la puerta de la biblioteca, y se giró para mirarle con una mezcla de irritación y curiosidad.

–¿Por qué quieres saberlo? --le preguntó, con recelo.

El contrario se encogió de hombros, y le devolvió la mirada con sinceridad.

–Porque te vi y me gustaste --le respondió, sin rodeos.

El chico se quedó sin habla, no sabía cómo reaccionar ante esa confesión tan directa y atrevida. El rubio aprovechó su silencio para acercarse más a él, y extenderle la mano.

–Soy Jimin --se presentó, con una sonrisa radiante–. ¿Y tú?

El chico vaciló un momento, pero al final tomó su mano y se la estrechó con suavidad.

–Yo... Jungkook --dijo, con una voz baja y dulce.

Jimin sintió un cosquilleo en el estómago al escuchar su nombre, y se le iluminaron los ojos.

–Jungkook... me gusta --afirmó, con entusiasmo–. Es un nombre bonito.

Jungkook se sonrojó un poco, y apartó la mano. No estaba acostumbrado a recibir cumplidos, ni a que alguien se interesara por él de esa manera. Se sentía nervioso y confundido, pero también un poco halagado.

–Gracias, supongo --murmuró, sin saber qué más decir.

El rubio le miró con ternura, y le cogió de nuevo la mano. Le tiró suavemente, y le invitó a salir de la biblioteca.

–Vamos, acompáñame --le propuso, con ilusión–. Te invito a un café, y así podemos charlar un rato. ¿Qué me dices? ¿No te gustaría conocer a un chico tan lindo y apuesto como yo? --dijo Jimin, guiñándole el ojo y mordiéndose el labio tiernamente.

Jungkook sonrió un poco por tal acción y no pudo resistirse a su invitación, ni a la calidez de su mano. Se dejó llevar por él, y salió de la biblioteca. No sabía qué le depararía el futuro, ni qué fue esa chispa que despertó en él aquel chico tan alegre y vivaz. Solo sabía que, por primera vez en mucho tiempo, algo le hacía sentir vivo.

–Está bien --aceptó–. Vamos a tomar un café.

La sonrisa de Jimin se amplió aún más, y empezó a tirar de la mano de Jungkook hacia la cafetería. Le llevó por la calle, contándole cosas sobre él y haciéndole reír con sus ocurrencias. Jungkook se dejó contagiar por su alegría, y se relajó.

 Jungkook se dejó contagiar por su alegría, y se relajó

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grumpy Bear 🐻 kookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora