Capítulo 14
KHATA
Salí de la hacienda con el pulso acelerado cuando tuve la oportunidad. Necesitaba aire fresco o mis pensamientos me terminarían volviendo completamente loca. Debía abrir los ojos de una vez por todas, parar con el estúpido sentimiento. Esta era mi vida real, la vida que me había tocado y no podía dañar lo poco que tenía solo por no saber controlarme.
Mi padre ya no estaba, pero me quedaban sus recuerdos, su esencia y debía proteger lo poco que tenía de él costara lo que me costara.
Una vez logré alejarme sin ser vista por nadie que pudiera decirle a Baran sobre mi paradero decidí visitar la tumba de mi padre. Antes debía pasar por el mercado a comprar algunas flores y quizás podía preguntar por algún trabajo de medio turno que me sirviera para tener algún ingreso ya que me negaba a pedirle dinero a Baran para mis cosas personales, en realidad esperaba no tener que pedirle absolutamente nada y menos después de lo que habíamos hecho. Así que lo más sensato sería empezar a buscar algún empleo, aunque seguramente Bárbara enloquecería si me viera.De camino visualicé como todas las personas actuaban con normalidad. Señoras haciendo compras, peones cargando verduras o el carnicero transportando mercadería. El mercado repleto de gente que me sonreían de vez en cuando cada que me veían o, ¿no lo hacían? Es decir, yo era capaz de ver a todos con naturalidad, pero, ellos a mí ¿me veían normal? ¿Sabían que minutos antes me había besado a mi hermano?
No, claro que no, pero era tan horrible creer que sí que mi estomago se revolvía solo de imaginarlo. Sentía las miradas, juzgándome en todo momento, maldiciéndome, repudiándome sin compasión. No había forma de creer que lo que había hecho con Baran estuvo bien, sin duda alguna había sido una locura, una locura que no debía repetirse nunca en mi vida.—Oh, lo siento tanto. —la voz de una mujer me sacó de mi trance cuando me caí de rodillas en el pavimento por venir distraída mirando a los lados—. Déjame ayudarte, cielo. —la voz amable me tendió la mano ayudándome a levantar.
La mujer se encontraba con una pequeña bolsa en una mano y un enorme abanico en la otra, también llevaba un enorme sombrero y su ropa no parecía ser adecuada para el clima, sin duda no era de por aquí.
—Gracias. —susurré un poco avergonzada por la caída—. Venía distraída, no la vi.
Cuando mis ojos conectaron con los de ella la observé relajarse mientras daba un paso mas cerca de mi dirección.
—Debes caminar con la vista al frente, cariño. —hablaba con elegancia confirmándome una vez mas que no era originaria del pueblo.
Asentí con la cabeza mientras me sacudida el sucio de mis rodillas. Un pequeño raspón se comenzaba a notar a causa de la caída.
Déjame ayudarte, estás herida. —se ofreció dejando la bolsa en el suelo en el proceso.
—No es nada. —me apresuré a decir mientras daba un paso atrás debido a su intento de acercarse a mí—. Solo es un rasguño, pero muchas gracias.
—¿Segura? —volvió a preguntar no muy convencida—. Puedo llevarte a tu casa si gustas.
—Segura. —la tranquilicé sintiéndome extraña por la insistencia—. No hay necesidad solo vine a comprar unas flores, tengo cosas por hacer en otro lugar.
—Comprendo. —comentó con paciencia—. Entonces no te quito mas tiempo. —tomó su bolsa del suelo mientras guardaba el abanico dentro. —Por cierto, me llamo Celeste.
—Un gusto. —respondí tratando de no sonar demasiado incomoda—. Khata.
Una amplia sonrisa se dibujo en su rostro cuando lo dije.
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Khata © (En edición)
RomanceKhata llegó a la vida de Baran con sólo seis años de edad, con su rostro de ángel y su muñeca de trapo inseparable. Su padre: un hombre ejemplar para todo el pueblo, la trajo a casa luego de que la pequeña quedara huérfana, con la única intención de...