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—¿Me vas a mirar y no hacer nada? —preguntó Sunoo, cruzándose de brazos—, que aburrido...

—¿Que querés que haga? —Heeseung clavó su mirada en los ojos afilados del más bajo.

—Lo que quieras.

El mayor tragó con fuerza, quería retenerse, porque por más de que no le pareciera la gran cosa ni algo extremadamente grave, de alguna forma, muy en el fondo se sentía un mal amigo.

—¿Estás seguro? —cuestionó, alzando una ceja. Sunoo sonrió.

—Si no lo estuviera ya me hubiera ido, querido.

Heeseung relamió sus labios y dejó el vaso sobre la barra, se acercó en silencio y rodeó la cintura del menor con una de sus manos, atrayéndolo hacia el. Sunoo alzó su vista con una sonrisa pícara, que hizo al corazón de Heeseung latir como si fuera a salirse de su pecho.

Y en cuanto Heeseung se inclinó y sus belfos se unieron, olvidaron todo lo que había a su al rededor, solo existían ellos dos y el exquisito sabor de sus labios, Sunoo rodeó el cuello del más alto con sus brazos y éste apretó su cintura con más fuerza pegándolo completamente a su cuerpo, como si lo estuviera reclamando como suyo.

Era la primera vez que ambos disfrutaban tanto un beso. Sus bocas encajaban a la perfección por mas de que los labios de Sunoo fueran mucho más pomposos, Heeseung no perdía oportunidad de mordisquearlos y lamerlos con necesidad e intensidad, estaban luchando con sus lenguas para ver quien tenía el control y Sunoo no era fácil de vencer, pero el mismo se dejó hacer por el mayor.

Kim adoraba la manera pasional en la que el mayor trataba a sus labios, nunca le habían dado un beso como aquel, bajó sus manos por la chaqueta de Heeseung y las aferró a esta mientras sentía el fuerte agarre del contrario en su cintura. Ladeaban sus cabezas para abarcar todo lo que pudieran y no querían soltarse, como si quisiesen que el beso no terminara nunca.

Cuando sintieron que sus pulmones se asfixiaban cortaron el beso solo por unos segundos, segundos en los que la poca cordura de Heeseung se fue a la basura por ver al pelinegro con sus pomposos labios hinchados y ojos llorosos.

—Tienes la oportunidad de detenerme, porque te juro que por voluntad propia no voy a hacerlo.

Sunoo suspiró pesadamente.—No quiero detenerte.

Y eso fue suficiente para que Heeseung cayera completamente ante aquel chico.

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୨୧ papucho,  heesun au.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora