Amar al Diablo duele

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¿Tal vez Muerte extrajo sus pocas ganas de seguir viviendo? ¿Será que solía tener ganas de vivir antes de que el dolor en su pecho surgiese, y, ahora, tan solo sentía que jamás había querido respirar?

Tan sólo creía saber la respuesta, pero, simplemente... No podía.

Luego de haber salido de la iglesia, su familia fingió no notar lo extraño que lucía. Ryujin preguntó un par de veces si se encontraba bien, debido a que su hijo parecía tener serios problemas para caminar, pero, ya que la reunión con su familia lavó su cerebro -aunque lo que creían era cierto: Changbin tenía al Diablo consigo- no quiso acercarse demasiado. Iba a seguir todo como lo planeó junto al sacerdote Jae, sin arruinar las cosas... Más de lo que ya lo estaban.

Porque si respondía lo que Changbin esperaba... Todo iba a complicarse tanto, al punto en que siquiera era capaz de imaginarlo.

Fue un poco obvio el cansancio en su cuerpo, ya que apenas llegó a su casa, bajó los escalones que lo dirigían hacia su cuarto, cerró la puerta detrás de sí y, apenas su cuerpo estuvo sobre su cama, se durmió. Ni siquiera supo cuánto tiempo, o si alguien intentó llamarlo. El malestar era demasiado fuerte, y el dolor en su pecho insoportable. Se preguntó, internamente, y con honestidad, si estaba muriendo. Rogó que fuese así, para no volver a sentir jamás en su vida aquel intolerable vacío.

Cuando amaneció al siguiente día, ni siquiera supo cuánto tiempo permaneció observando el techo, respirando de manera pesada mientras su madre se adentraba a la habitación, y le tomaba la temperatura corporal. No tenía fiebre, ni tampoco nada de temperatura, por lo cual se consideraba físicamente bien, y debía de asistir a clases.

"Pero no me siento muy bien" mencionó, mientras se sentaba con lentitud en su cama, con la mirada fija en los ojos de su madre. "¿No importa?"

Ryujin posicionó su mano sobre la de su hijo, dedicándole una cálida sonrisa.

"Todo es debido al trabajo que el Padre Jae está haciendo en ti. ¿Dios? Dios es misericordioso, hijo. Lo que sea que haya pasado, lo que sea que hayas hecho..." negó lentamente con la cabeza, aún sonriendo. Changbin la observó con cansancio, como si quisiese morir allí mismo. "...Él lo dejará pasar"

"Bueno, pero, ¿qué tiene que ver eso con ir a clases?"

La mano de su progenitora sostuvo la suya con más fuerza, como si le estuviese brindando algún tipo de apoyo.

"Si permaneces encerrado aquí, no mejorarás. Tienes que salir, estar con tus amigos, que de seguro te extrañan mucho, ¿no?"

El joven rio sin ganas ante aquel comentario, pero asintió lentamente, dejando pasar aquello.

"Tienes razón. De seguro..."

De seguro lo extrañaban, ¿verdad? Su gran grupo de amigos...

...Seungmin.

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El joven de mandíbula marcada y ojos claros se cruzó de piernas, sentado en un banco de las mesas de la cafetería, observando con duda a su amigo frente a sí, quien lucía como un cadáver.

"Sí" Changbin, quien sostenía un tenedor con comida, permaneciendo así desde que tomó el contenido del plato, sin siquiera probar el primer bocado, respondió desanimado, asintiendo lentamente.

"Como... No sé" Seungmin ladeó su cabeza, aproximándose al castaño, tomándolo del rostro con una mano y aplastando un poco las pálidas mejillas de éste. "Como muerto"

"Desearía"

"¡No digas eso!" lo regañó, observando a su alrededor, notando que no había ningún profesor o monja a su alrededor. "¿Quieres que te lleven a hacer un exorcismo o qué?"

Dancing with the devil || minbinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora