Día 2: Voz

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 El compromiso del heredero al título del señor de las mareas y el Jinete de la gran dragona Vhagar, había comenzado de una forma desastrosa, ambos jóvenes prácticamente habían sido forzados a ese compromiso por el entonces moribundo rey Viserys, quién antes de morir decidió dictaminar los matrimonios de sus dos hijos mayores con sus dos nietos, en un intento de mantener unida a la familia, Aemond y Lucerys ni siquiera toleraba estar en la misma habitación, nadie se imaginaba a esos príncipes prometiendo amor eterno al otro. Sin embargo, ambos sabían que debían cumplir con la última voluntad del viejo rey, aunque al momento de la muerte del rey, Lucerys apenas tenía catorce días del nombre, era demasiado joven por lo cual Rhaenyra pidió esperar a que su hijo cumpliera su decimosexto día del nombre para realizar la boda.

-A esa edad será seguro para mi hijo- exclamó la rubia

-¿Seguro?- preguntó con molestia la reina verde- ¿Estas insinuando que mi Aemond va a lastimar a tu hijo? Creo que necesito recordarte quién fue el que le sacó el ojo a quién- soltó con indignación.

Rhaenyra se removió con incomodidad ante lo dicho, aquel era un asunto en el que no habían logrado limar asperezas- Alicent, me refiero a que Luke es omega y Aemond un alpha, no necesito aclararte lo que pasara la noche de bodas, mi hijo aún no tiene la madurez de un omega para soportar si Aemond lo anudara, mucho menos podrá soportar un parto si es que mi hermano lo embaraza- alegó la mujer, no iba a arriesgar la vida de su hijo.

La comprensión pasó por el rostro de Alicent, quién luego de unos minutos en silencio, asintió en señal de estar de acuerdo, lo cierto era que no planeaba arriesgarse a que su hijo quedara viudo siendo tan joven, Aemond aún no cumplía su decimoséptimo día del nombre.

Así fue como luego de dos años de espera, y un cortejo un tanto agresivo de parte de ambos príncipes, se realizó la boda del rubio y el castaño bajo la fe de los siete. Todo fue según lo planeado, ambos jóvenes lucían increíbles en sus trajes de boda y todos los miraban embelesados.

-No creas que vas a obtener algo de mí, Taoba- advirtió el rubio luego de besar al castaño cuando el septón lo indicó.

-Lo mismo digo, Qybor- exclamó el castaño con una sonrisa.

Lucerys se sentía un poco triste al escuchar aquello, si bien sabía que su matrimonio no era por amor, tenía la leve esperanza de que pudieran llevarse bien... tal vez llegar a enamorarse.

Aemond pudo ver como la luz en el rostro de su nuevo esposo se atenuó luego de que él dijera aquellas palabras y la pérdida de esa luz, sumado a que por un segundo pudo oler la tristeza en las feromonas del castaño lo hizo sentirse mal, sabía bien que Luke no lo había elegido para ese matrimonio y al igual que él, solo estaban cumpliendo con la última voluntad de su padre. Sin embargo, no iba a retractarse de lo dicho.

La costumbre del encamamiento fue rechazada por ambas madres de los príncipes, por lo que no fue realizada, llegado el momento ambos príncipes se retiraron del salón y fueron escoltados hasta su habitación. Una vez solos en la enorme habitación, ambos jóvenes se miraban como si se estuvieran analizando, planeando cuál sería su siguiente movimiento.

-¿Qué... qué crees que haces?- preguntó nervioso el omega al ver que el rubio se le acercaba.

-Cumplir con mi deber- exclamó y comenzó a besarlo de forma dulce, lo cual descolocó un poco al menor.

Aquel beso que inició de forma dulce y suave, comenzó a subir de intensidad, a medida que el alpha lo besaba comenzó a quitar prenda tras prenda de la ropa del futuro señor de las mareas, logrando sacarle varios gemidos y suspiros, entre besos sonrió al sentir cómo las manos temblorosas del omega intentaban imitar sus acciones y quitarle la ropa, sin mucho éxito.

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