Día 3: Aroma

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Si alguien supiera aquello, él se sentiría un poco avergonzado, estando en preparatoria se lo había mencionado una vez a un amigo, recibiendo solo un "eso es muy extraño, creo que solo un pervertido lo haría" junto a una mirada de asco en respuesta, luego de aquello no lo volvió a mencionar a nadie.

Ahora era un universitario de último año, miraba nervioso como los demás equipos de su clase exponían sus trabajos con total confianza, ganándose varios halagos del profesor, miró las notas que llevaba en su mano repasando la parte del trabajo que le había tocado, sintió nauseas al oír a la clase aplaudir luego del que el equipo terminara.

-Targaryen, Stark, Baratheon y Tully, preparen su proyecto y pasen al frente, por favor- La fuerte voz del profesor le llamó la atención.

Sus compañeros se pusieron de pie, tomando las carpetas donde estaba la información del proyecto, él entró en pánico, la presión era demasiada.

-Profesor, necesito... ir... al baño- pidió con voz temblorosa.

-Claro, alumno Targaryen, por favor no se tarde- respondió el profesor.

-¿Dae estás bien? Te ves pálido- Arya le miró con preocupación, él solo asintió.

-En un momento vuelvo- exclamó saliendo rápidamente del aula.

Se dirigió rápidamente al primer cubículo de aquel enorme baño y cerró la puerta, apoyándose contra una de las paredes, sintiendo como sus piernas perdían fuerzas y deslizándose hacia el suelo, Dioses parecía que tendría un ataque.

Daeron tomó varias respiraciones, y levantando las mangas de aquella enorme sudadera que llevaba, pudo observar sus muñecas adornadas con bonitas pulseras hechas de telas e hilos entonces acercó las mismas a su nariz en un intento de llenar sus pulmones con el aroma de las mismas, cualquiera que lo viese diría que eran pulseras normales, ¿Qué podrían tener de especial? Sin embargo, el mayor secreto de Daeron Targaryen residía en ellas.

Las pulseras en su mayoría estaban hechas a mano por él mismo, y el material que había elegido para realizarlas eran retazos de tela que su alpha cada noche y mañana se encargaba de bañar con sus feromonas dejando su aroma en las mismas, tal vez era tonto pero a Daeron le encantaba poder oler el aroma de su novio, no era nada sexual ni nada de eso, el aroma a chocolate y champagne de las feromonas de Joffrey podían calmarlo incluso en la peor de sus crisis.

Joffrey Velaryon era un alpha mayor que él había conocido cuando aún estaba en preparatoria, recordó cómo en ese entonces su alpha tenía veintitrés años y él solo dieciséis, esa noche había acompañado a uno de sus amigos a "arreglar un asunto" en una zona peligrosa de la ciudad, no pensó que sería complicado, era entregar el dinero de un préstamo que el padre de su amigo había pedido a la mafia, fue entonces que lo vió sentado detrás de su escritorio, el tipo más guapo que había visto en su vida, un alpha digno en toda la extensión de la palabra y Daeron no pudo evitar soltar su aroma de omega, como si invitara al alpha a tomarlo, recordaba haber visto una sonrisa ladina en el rostro de Joffrey quién lo observaba con un fuego en su mirada.

Luego de aquel encuentro, por alguna razón que no entendió el alpha comenzó a buscarlo día tras día, el omega notó que cada vez que Joff podía sentir que estaba nervioso comenzaba a emitir sus feromonas, bañándolo en ese delicioso aroma haciéndolo olvidar de todo excepto el alpha que se dedicaba a besarlo y acariciarlo con la mayor ternura que jamás había sentido.

Algunas veces había peleado con su madre pues Joffrey de verdad parecía un gánster, siempre de traje con algunos anillos en sus manos que se complementaban perfectamente a los tatuajes que éste poseía y al caro reloj que siempre acompañaba su muñeca, Alicent había querido separarlo de su alpha varias veces, sin éxito pues mientras más le prohibía verlo, Daeron se quedaba por más tiempo con el castaño.

-Ten- Daeron miró confundido como una llave colgaba de la mano de Joffrey que estaba extendida hacia él.

-¿Esto es... ?- preguntó confundido.

-La llave de esta casa, es tuya ahora- respondió de forma simple el mayor- Llevas casi un mes viviendo aquí, no me quejo pero es incomodo ver como mi omega espera sentado en la acera a que llegue para poder entrar- mencionó mientras sonreía y así fue como ambos habían comenzado a vivir juntos.

Desde entonces Joffrey nunca le había prohibido nada, de hecho Daeron debía confesar que estaba en la universidad solo porque su alpha no le permitía dejarla, advirtiéndole que hasta que él no se graduara, no se casarían y tampoco le daría su marca. Esa era la razón por la cual ahora Daeron estaba con un maldito ataque de pánico en el baño de la universidad, debido a la presentación que le permitiría cerrar una de las calificaciones finales para graduarse, si él no lo hacía bien, no podría hacerlo y eso significaba que Joff no lo tomaría como esposo, eso le aterraba más que la tonta exposición.

Luego de calmarse gracias a las pulseras, salió del pequeño cubículo, se observó al espejo y diciendo a sí mismo que debía hacerlo bien, luego se dirigió al salón donde sus compañeros le esperaban para pasar al frente. Gracias a los dioses todos recordaron bien la información y el profesor les había aprobado su proyecto.

Al final de la clase, Arya se acercó para preguntar si quería ir a festejar pero el rubio observó su teléfono y notando que estaba el mensaje de su novio, quién lo había ido a recoger, se negó amablemente y despidiéndose de sus amigos, camino hacia la entrada de la universidad, donde un enorme auto negro lo esperaba con ese guapo alpha castaño, cuyo aroma a chocolate y champagne lo calmaba y enloquecía al mismo tiempo.

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