Capítulo 3

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El frío aire del bosque Honshu le causaba escalofríos a Zen, él era la única persona que seguía en el río hasta altas horas de la noche. Había pasado jugando a las orillas del Río Azul, aún cuando el Sr. Zmeu le había advertido que no se acercara tanto a las redes de pesca, además de ser el dueño de la empresa de las frutas en la Villa Encantada del Cerezo en Flor, Zmeu también manejaba la industria de la pesca, la minera y, en resumen, todos los aspectos comerciales y económicos en el distrito Aoi.

El niño sabía que el viaje de vuelta a la Villa Encantada del Cerezo en Flor era largo, como el nombre del lugar en el que vivía. Sus padres no lo habían llevado esa tarde, estaban muy ocupados en la Vieja Ciudad Nueva Y como para prestarle atención a su hijo. Pero Zen tenía muchas ganas de visitar la Aldea Honshu desde hacía semanas, antes la visitaba muy seguido.

Muy temprano en la mañana salió de su casa con rumbo a la aldea de los pescadores con nada más que su propia compañía, realmente había olvidado desde cuándo era que sus padres habrían partido de la villa, pero no tomaba tanto en cuenta el tiempo, pues eventualmente volverían como siempre hacían. Pasó toda la tarde nadando y atrapando la cena con sus propias manos. Aproximadamente 5 pollo pescado con largas plumas negras y blancas, de color azul grisáceo y bastante gordo. La oscura noche le sorprendió apenas salió de la aldea, pero los ruidos de las pisadas a su espalda le hicieron saltar, el miedo no cesó hasta que el Sr. Zmeu llegó detrás de él y con una malévola sonrisa, la misma sonrisa que siempre le ponía a los empleados antes de despedirlos, le dijo:

—¡Joven Ishida!, ¿no es muy tarde para que esté aquí solo? —después, una de sus repulsivas manos se posó sobre el hombro de Zen. —Vamos, lo acompañaré de vuelta a la Villa.

***

Desde que escuchó nuevamente el nombre de Maeve el Sr. Zmeu había tenido los nervios de punta, la semana estaba volviéndose una bola de estambre vieja, enredándose y volviéndose más difícil de deshacer los nudos. La Presidenta había sido bastante clara al mencionar lo que pasaría si alguien comenzaba a buscar el paradero de Maeve.

Nadie debía saber qué pasó con la creadora de Iviterrav. Ni siquiera Donardo lo sabía; exiliado del otro lado del Mar Shinto, en El Xibalba.

Zmeu había enviado un mensajero mágico hasta la Ciudad Nueva Y para advertirles. Anteriormente hubo reportes de un brujo del aire causando estragos a su paso hacia el Castillo de los Druidas y puso alerta a todos en la Orden Acra. En ese momento todos estaban buscando al responsable. Al menos así fue hasta que un miembro de la Orden se encargó de lanzarla a un desfiladero con una piedra atada al cuello y con las piernas torcidas. Al menos esa fue la versión que Zmeu entregó en el reporte oficial diario de la Orden Acra.

Sobre gente buscando a la Diosa había otros rumores que hablaban de un equipo de brujas de la tierra en el distrito Bwyrdd, aunque ese último no estaba dentro del régimen que había sido otorgado a Zmeu, y un reporte más revelaba que un circo ambulante se dedicaba a predicar con la palabra de Maeve. Quizá si los detenía, junto a los revoltosos que se había encontrado esa tarde, le darían los mejores méritos de la Orden Acra.

Al menos el vampiro se sentía seguro de que iban a darle un premio: primero se deshizo del hijo de los Ishida como marcaba el plan, después se encargó de la bruja del aire y ahora de un brujo despistado y una ninfa fuera del bosque.

El nuevo reporte decía eso exactamente. Había otros dos buscando a Maeve y él necesitaba ese reconocimiento para poder conseguir otro puesto en la Orden, quizá se le permitiría volver a vivir en Ciudad Nueva Y.

Los demonios no tenían permitido vivir ahí desde hacía diez años, Zmeu vivió eso en carne propia; cuando Maeve desapareció y la Presidenta tomó el poder, comenzaron a exiliar a los demonios, también brujos y brujas que los apoyaran y otros seres asociados con la sangre impura de un demonio. Él, siendo un vampiro, tuvo que esconderse por un largo tiempo en un bunker lleno de otros seres de oscuridad. Sólo salían por las noches y por turnos.

Las Crónicas de Iviterrav. Libro I: Los sentimientos del agua.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora