Historia Verdadera de México en Hetalia

La República de Tlaxcallan

La velocidad con la que avanzaron a partir de ese momento fue casi aterradora.

Para España, la habilidad de ese hombre era admirable, hacía mucho que no consideraba a un ser humano un ejemplo a seguir, pero tenía que admitir que año con año, siglo con siglo, en toda su existencia, siempre emergían hombres muy interesantes en ciertas generaciones. Y ese tal Hernán era fácilmente uno de ellos.

Gracias a él habían conseguido hacerse de información sumamente valiosa. Los ataques por falsas propuestas de hospitalidad comenzaron a disminuir y poco a poco se dieron cuenta de que de verdad era posible amistarse con los hombres del Nuevo Mundo. Aunque todo esto fue gracias a un factor muy importante del cual se aprovecharían muy bien más adelante.

A cada paso que daban, las palabras de Mayab cobraban cada vez mayor sentido: "Un niño jugando a ser imperio. Es el más ruidoso e insoportable de todos."

Pues ese mencionado, que para Mayab no era más que un chiquillo escandaloso, se trataba de nada más y nada menos que del imperio más poderoso de la zona, y hablando con caciques y representantes de otras ciudades y territorios, ese tipo comenzó a tener un rostro cada vez más claro.

Al parecer era peligroso, pues eso iba siempre de la mano con el poder. "Invencible", "increíblemente fuerte", "terrorífico" eran tan solo unas cuantas de las palabras que utilizaban para describirlo. Afirmaban que nunca nadie había conseguido batirse en combate contra él y salir victorioso, y que todos los territorios aledaños vivían bajo su yugo, su sombra y opresión, viéndose obligados a rendirle tributo, entregando a sus hombres, su oro, sus alimentos; y que aun así ese tipo siempre codiciaba más.

España mentiría si afirmaba no haberse sentido intimidado por aquella ambición insaciable, aunque es justo admitir que parte de él sentía cierta envidia. Era cierto que hablábamos de un enemigo que no conocía y eso no conseguía más que hacer creciente la tremenda inseguridad que surgió en él desde el primer comentario que escucharon acerca suyo, es por eso que cuando vio a Hernán adentrarse a su alcoba con el más increíble de los entusiasmos, no consiguió comprender el porqué, hasta que lo escuchó hablar.

—¡Buenas noticias! ¡Hay fantásticas noticias! —exclamó el hombre ilusionado.

Y no se lo pondría en duda. Bien era cierto y reconocía enormemente que desde el momento en que él tomó el mando, las cosas habían comenzado a ir increíblemente bien para ellos, el solo hecho de que en ese momento tuviera disponible un aposento para descansar era gracias a que ese tipo había logrado convencer al cacique de un poblado de ofrecerles comida, agua y hospedaje a todos y cada uno de sus hombres.

—¡Eso es bueno de oír! —asintió España intentando copiar su conmoción, aunque había que admitir que se encontraba más curioso que nada—. ¿Cuáles son las buenas nuevas que traes?

Hernán se dirigió a toda velocidad hacia una mesa donde extendió un improvisado mapa dibujado en un pliego de papel amate y rápidamente le indicó al muchacho que se aproximara.

—¿Ves esto de aquí? —le dijo sin perder una pizca de ímpetu en su voz mientras señalaba un punto marcado en el mapa—. Es una república, la "República de Tlaxcala". Los indios me dijeron que ese territorio es de los únicos en todo el valle que no ha conseguido ser subyugado por el Imperio Mexica.

—¿Y... eso es una buena noticia? —alcanzó a preguntar España entre dientes y con una expresión algo desaprobatoria.

—¡Por supuesto que lo es! —atinó a decir el otro de inmediato, casi desconcertado por la pregunta.

—Pero los pobres están rodeados por el imperio, ¿no lo ves? —insistió él remarcando los alrededores con angustia—. No tardaran en ser sometidos por ellos.