✦ Tres

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──★ ˙ ̟Samuel.

El haberte conocido no lo cambió, mas fue notorio que su actitud era diferente al tratarse de ti

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El haberte conocido no lo cambió, mas fue notorio que su actitud era diferente al tratarse de ti.

Sí, era arrogante, minucioso, con el orgullo en alto y su tan característica altanería.

Hoy no era diferente.

—¿En verdad vienes a este lugar? —Preguntó con algo de cansancio mezclado con irritación.

No era habitual que te acompañe a la iglesia, mejor dicho, nunca.

Pero, tuviste la suerte de lograr convencer a Samuel, por más que estuviera siempre con su mal genio.

Antes eras una de las monjas allí pero luego decidiste no serlo más, aún así, seguías visitando el sitio.

—Claro que sí, no entiendo por qué no te agrada la iglesia —Replicaste, adentrándote dentro y olisqueando el fresco aroma.

Era un hábito tuyo ir cada que podías.

El padre estaba en el centro, como acostumbraba, al verte sonrió y asintió, ya conociéndote.

No tardaron mucho en llegar y que él, el padre, llevara su dedo hasta tu frente para formar la cruz. Tuviste que clavarle las uñas en el muslo a Samuel al verlo con la intención de apartar al padre para que no te diera su bendición.

—Es agradable verla hoy, señorita —Él sonrió a medias, algunas arrugas se adornaron en su rostro—. Usted debe ser Samuel, debo decir que estoy agradecido de que esté cuidandola, me alegro que... —Los ojos del padre escanearon a Samuel a tientas, viendo su piel con la tinta en sí— esté en manos de otro enviado por Dios.

Levantó su mano para estrecharla y Samuel arqueó una ceja espectante. Poco le interesaba aquello pero al voltear a verte supo que necesitaba hacerlo.

Aunque quería protestar con todo su ser, ¿Enviado por Dios?

—Sí, lo que sea —Masculló.

Solo fueron segundos los que Samuel le dió la mano y la alejó con rapidez, limpiándose con la tela de su camisa disimuladamente.

Bufaste al presenciarlo, pero pudiste disipar tus pensamientos, volviendo a ver al padre.

Todo fue o más bien, algo tranquilo.

Rara vez Samuel evadía su temperamento y trataba de hacer lo que tú le pediste.

“—Solo esta vez, por favor... —Trataste de convencerlo—. Debés acompañarme y estar tranquilo”.

Aceptó de mala gana, claro y está, no es como si su comportamiento haya sido tan... Bueno a decir verdad.

Parpadeaste rápidamente al llegar a visualizar a Samuel lavarse las manos en el agua bendita y sacudirlas sin inmutarse, salpicando a su alrededor.

Rogaste internamente porque nadie lo haya visto y si así fuera la realidad, querías meterte dentro de un pozo.

Era un irrespetuoso, pero te volviste al padre para no querer generar problemas.

Estabas confesándote y solo fueron unos largos minutos los que tardaron. Luego de estar hablando, el padre te comentó al respecto de la idea del domingo para ayudar a las personas en situación de calle, por lo que no dudaste en aceptar.

Ya saliendo de la iglesia, apenas subieron al coche de Samuel golpeaste su hombro, escuchándolo quejarse, pero sabías que estabas lejos de hacerle daño.

—¿Te lavaste las manos en el agua bendita?, ¿Cómo se te ocurre?

—Nadie me vio —Respondió con naturalidad, emitiendo una sonrisita media—. Aunque es bastante aburrido estar allí, sofocante.

—Eso es porque no te gusta, y yo sí te vi —Reprochaste, negando con la cabeza por las acciones de tu novio—. No puedes hacer eso.

Samuel se encogió de hombros antes de contestar.

—Creí que era para limpiarse las manos, estaba a un lado de la puerta, yo que sé. Nunca estuve en una iglesia —Dejó que su pie pisara el acelerador, poniendo en marcha el coche.

Suspiraste y te dejaste caer en el asiento, acomodando tu cuerpo para tu mayor comodidad.

—El domingo ayudaré al padre y las hermanas a alimentar a los menos favorecidos. Las personas necesitan nuestro apoyo y Jesús siempre llega a los rincones con menos distinción —Le dijiste, queriendo apaciguar y borrar el tema anterior.

—¿Perder todo el día para alimentar vagabundos?, Esto es injusto, cuando yo vivía en la calle no me alimentó ninguna monja sexi, nadie hacía eso.

Frunciste el ceño y exhalaste lentamente, sabías lo que él había pasado en su niñez, ya que eras parte de esa etapa de su vida.

—Puedes venir, nos vendría bien tener a más candidatos —Sugeriste, dejando que una de tus manos le acariciara su cabello que ahora se encontraba desordenado.

—No gracias, tengo una reunión ya bastante postergada para ese día —Avisó, mirándote por el rabillo del ojo—. Pero tengo tiempo libre para esta noche.

Sonaba sugerente.

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°Apartado°

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Bien, Samuel ahora estaba más que irritado, podrían estar haciendo algo mucho más satisfactorio pero en vez de eso veían una película catálogada para mayores de cero años.

—Perfecto, lo que no hice en mi infancia lo estoy haciendo ahora —Refunfuñó, oyendo como tatareabas Hakuna Matata.

Ajustó su posición en el sofá y luchó contra sí mismo.

La película ya estaba llegando a su final, tus ojos pestañeaban tratando de quedarte despierta y apoyaste tu cabeza mejor en el hombro del de anteojos.

Él no hizo nada para alejar tu tacto, más bien se relajó y, aunque tú no lo supieras, estaba más centrado en verte a ti y tus delicadas facciones antes que a la televisión que los alumbraba.

Se sentía bien cuando estaba a tu lado.

Aunque suela refunfuñar.

❝𝗟𝗼𝗼𝗸𝗶𝘀𝗺❞;;𝗢𝗦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora