Narra third reich
El aire se espesaba con la tensión mientras Reich caminaba de un lado a otro en su oficina, su frente arrugada por el pensamiento profundo. "Esto es un desastre", murmuró, su voz llena de frustración. "¿Cómo pude ser tan tonto? Esto pone a mi familia en riesgo."
Se pasó una mano por el cabello, el peso de sus acciones lo abrumaba. "Se supone que soy inteligente, pero esto podría ponerlos a todos en peligro. ¿Qué hago? ¡Piensa, Reich, piensa!"
Su mirada recorrió la habitación, buscando una solución. "¿Qué país podría ayudarme? Japón e Italia están descartados. ¿Argentina? No, no, ya tienen suficientes problemas. No puedo cargarlos más."
Golpeó el escritorio con el puño, el sonido resonó en la habitación. "¡Tiene que haber alguien! ¿Quién más?"
Justo cuando la desesperación amenazaba con consumirlo, dos pequeñas figuras aparecieron en la puerta. Sus hijos, Alemania Oriental y Alemania, se pararon vacilantes, sus rostros marcados por la preocupación.
"Deberíamos hacer algo", susurró Alemania Oriental a su hermano.
"Creo que sería mejor llamar al abuelo", respondió Alemania, su voz temblorosa.
Antes de que pudieran moverse, Reich abrió la puerta de golpe, sus ojos se encontraron con los de sus hijos, una mezcla de frustración y desesperación. "¿Qué hacen aquí?", exigió, su voz aguda.
"Nosotros... nosotros solo...", balbuceó Alemania, su voz se apagó.
Alemania Oriental hizo eco de las palabras de su hermano, incapaz de articular su preocupación.
Reich suspiró, sus hombros se hundieron. "No importa ahora. Necesito hablar con su abuelo. ¿Saben dónde está?"
"Está en su habitación", respondió Alemania Oriental, su voz apenas un susurro.
Reich asintió, su mirada se endureció mientras se volvía para irse. Ordenó a sus hijos que regresaran a sus habitaciones, su mente llena de la urgencia de su situación.
Encontró a su padre, Alemania Imperial, y a su abuelo, Prusia, en el estudio. Alemania Imperial estaba absorto en un libro, mientras Prusia tomaba té, su expresión estoica.
"Nos vamos", anunció Reich, su voz carente de emoción.
Los dos hombres levantaron la vista, sus rostros una mezcla de sorpresa y confusión.
"¿Disculpa?", preguntó Alemania Imperial, su voz llena de indignación.
"Como escucharon, nos vamos a Rusia. Necesito pedir un favor", declaró Reich, su tono inquebrantable.
"¿Qué dijiste, mocoso?", explotó Alemania Imperial, poniéndose de pie, su rostro enrojecido por la ira.
Prusia, que había permanecido en silencio, levantó una mano, silenciando a su hijo. "¿Por qué iríamos a Rusia?", preguntó, su voz tranquila pero firme, sus ojos fijos en Reich.
"Algo ha sucedido que requiere que nos escondamos por un tiempo. No estaremos seguros aquí", explicó Reich, su voz tensa por la urgencia.
"Incluso con todos los territorios a los que podríamos haber ido, ¿elegiste Rusia?", refunfuñó Alemania Imperial, su ira hirviendo bajo la superficie.
"Sus tierras están rodeadas por un clima hostil", respondió Reich, su voz firme. "Nadie se atrevería a ir allí, y nadie sospecharía de nosotros."
Alemania Imperial permaneció en silencio, reconociendo a regañadientes la verdad en las palabras de su hijo. Sabía, en el fondo, que Rusia era la opción más segura, a pesar de su desdén por el país y su gente.
"Muy bien", concedió Prusia, su voz carente de emoción. "Tendrás que informarle a tu hermano sobre esto."
Con eso, Prusia abandonó la habitación, su mente llena de emociones contradictorias. Pensó en el pasado, en las tierras que había perdido ante Rusia, y en el amor que había albergado por un hombre al que nunca pudo confesarle su amor.
Reich, mientras tanto, esperaba impacientemente en su oficina a que su hermano, Weimar, llegara. Jugueteaba con una pila de papeles, tratando de distraerse de la creciente ansiedad. El peso de su decisión lo presionaba fuertemente.
Finalmente, Weimar entró en la habitación, su rostro marcado por la preocupación. Reich le explicó la situación, su voz sombría. Weimar escuchó atentamente, su corazón se hundió al darse cuenta de la gravedad de su situación.
El tiempo pareció desdibujarse mientras hacían sus preparativos. La familia se reunió en la estación de tren, sus rostros una mezcla de confusión y miedo. Los miembros más jóvenes, Alemania Oriental y Alemania, estaban particularmente aprensivos, sus ojos abiertos con incertidumbre.
Weimar, sintiendo su miedo, intentó tranquilizarlos. "No se preocupen, solo vamos a visitar a alguien", dijo, forzando una sonrisa.
Los niños asintieron, sus rostros todavía marcados por la preocupación.
El tren llegó, y la familia abordó, tomando sus asientos asignados. Reich acomodó cuidadosamente a los niños, sabiendo que el viaje sería largo y arduo. Sabía que tendría que mantenerlos calientes, ya que el clima ruso era notoriamente hostil.
Alemania Imperial permaneció taciturno, su disgusto era evidente. Prusia, sin embargo, parecía extrañamente tranquilo, incluso emocionado, como si la perspectiva de regresar a Rusia después de tanto tiempo tuviera un cierto atractivo. Weimar, mientras tanto, estaba lleno de una mezcla de aprensión y resignación. Sabía que no tenía más remedio que seguir el ejemplo de su hermano.
Reich, por su parte, estaba consumido por un solo pensamiento: tenía que asegurar su seguridad. Escaneó la plataforma, buscando a la persona que podía brindarles refugio.
"Así que no era mentira después de todo. Estás aquí con tu... familia", resonó una voz desde atrás.
La familia se volvió para ver a un hombre alto y delgado con una piel roja llamativa. Sus rasgos eran afilados y atractivos, su físico delgado y musculoso. Irradiaba un aura de poder y autoridad.
Reich sacudió la cabeza, tratando de disipar la inquietante sensación que evocaba la presencia de este hombre. No pudo evitar notar el rubor que subió por el cuello de su hermano, y sospechó que su propia cara también estaba sonrojada.
"¿Qué te hizo pensar que no vendría?", preguntó Reich, su voz firme a pesar de la confusión interna.
"Los rumores viajan rápido, y la gente no siempre es discreta", respondió el hombre de piel roja. Hablaba en alemán, asumiendo que los demás no entenderían ruso.
"Solo necesito un lugar seguro por un tiempo. Sin trucos", declaró Reich, su tono firme.
El hombre estudió a Reich por un momento, su mirada penetrante. Finalmente, asintió, su expresión ilegible. Vio el miedo en los ojos de los niños y la aprensión en los rostros de los demás. Sabía que estaban desesperados, y estaba dispuesto a ofrecerles santuario.
"Muy bien", dijo, su voz un bajo gruñido. "Pero cualquier actividad sospechosa, y se van de aquí."
Alemania Imperial, que había permanecido en silencio hasta entonces, dejó escapar un gruñido bajo, sus ojos llenos de odio. Prusia, sin embargo, permaneció tranquilo, su expresión ilegible. Weimar, sintiendo la ira de su padre, rápidamente le puso una mano en el brazo, negando con la cabeza en señal de advertencia.
"Síganme", ordenó el hombre de piel roja, volviéndose para liderar el camino.
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Arregle mi escritura después de que le mostré a mi profesora de lengua y literatira mi historia y casi me arranca los pelos por que según ella no se entendía nada.
Y bueno eso lo escribimos entre yo y ella así que denle crédito también que me dijo que me iba a ayudar a escribirla y se entienda
Datos de este capítulo:
Los alemanes estaban hablando en su idioma en todo el capítulo
Se me cuidan gente bonita, tomen mucha agua que les hace bien
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Rusos de pasivos
Fanfictioncomo dice el nombre vamos a ver a los rusos como pasivos osea a imperio ruso, urss, rusia y moscú. los shipps son los siguientes: imperio aleman y prussia x imperio ruso third reich y weimar republic x urss Alemania y east germany x rusia Berlín x m...