Prologo

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La pantalla del teléfono de Lara brilló en la oscuridad de su habitación, iluminando las paredes con un resplandor fantasmal. Un mensaje de WhatsApp de Alex, su novio. Pero Lara no lo abrió; estaba demasiado enfadada con él después de su última discusión. Pensó que tendría tiempo de arreglar las cosas mañana.

Esa noche, el sueño de Lara estuvo plagado de pesadillas, imágenes distorsionadas de Alex, su rostro borroso y sus palabras incomprensibles. Se despertó con una sensación de inquietud, una premonición que no lograba sacudirse.

En la mañana, el mundo de Lara se detuvo. Un amigo en común llamó, su voz temblorosa del otro lado de la línea. Alex había tenido un accidente. No sobrevivió.

Los días siguientes fueron un borrón de lágrimas y condolencias. El mensaje sin leer de Alex se convirtió en un talismán de dolor y arrepentimiento, un recordatorio constante de lo que había perdido. Lara no podía reunir el coraje para abrirlo, temerosa de lo que podría encontrar, de las palabras finales que nunca tendría la oportunidad de responder.

El teléfono de Lara, una vez una extensión de su ser vibrante y conectado, se convirtió en un objeto de tortura. El ícono de WhatsApp con el mensaje sin leer de Alex era un recordatorio perpetuo de su pérdida, de la conversación que nunca tendrían.

Pero un año después, en el aniversario de aquel fatídico día, algo cambió. El teléfono de Lara vibró nuevamente, y en la pantalla apareció un mensaje entrante. Un mensaje que congeló su sangre y puso su mundo patas arriba. Era de Alex.

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