CÓCTEL MOLOTOV

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Wola amores! Voy varios meses tarde pero espero que hayáis pasado una navidades geniales :3

Como os conté en el anuncio en mi tablón, yo tuve un pequeño accidente (nada grave, que nadie se alarme jajaja soy una patosa de campeonato xD) y me rompí varios huesos... Pero mejor tarde que nunca!!!

Os dejo por aquí mi regalo atrasado y no os distraigo más pues estoy deseando que lo leáis y me contéis que tal, ya que es el primer Snarry que he escrito tras volver y estoy francamente nerviosa >///<

Todo el castillo engalanado de adornos navideños e impregnado de encantamientos festivos propios de la época, los docentes pasados de copas celebrando mientras el sombrío y taciturno profesor de Pociones, tan borracho como los demás, se hundía en el sillón del que se había apropiado al comienzo de la velada al mismo ritmo de sus tumultuosos y contradictorios pensamientos. Recordando... invadido de esos momentos que deliberadamente ignoraba en el acto, esos instantes que lo asaltaban cuando estaba a solas, en la cama, y no lo dejaban conciliar el sueño; esas miradas de Potter, la caída de sus párpados cuando lo atrapaba, el imperceptible sonrojo que cubría las mejillas del muchacho.

Había descubierto a Potter mirándolo, no una, ni dos... infinidad de veces. El instante en el que sus miradas se cruzaban, Snape había vislumbrado en los ojos verdes del muchacho un brillo extraño que lo había sobrecogido. Ese segundo en el que sus ojos hacían contacto, aunque fugaz, Severus percibía la fijación mal contenida del muchacho y, con el transcurso del tiempo, empezó a reaccionar, a sentirse diferente; cada vez que lo pillaba era un poco más consciente, aunque luchara por ignorarlo; su cuerpo respondía con sensaciones que se le hacían incómodas e intentaba reprimir. Pero en la soledad de su cuarto, en la penumbra, lo revivía, y el cosquilleo que infundía el muchacho en la boca de su estómago se incrementaba hasta dejarlo confuso, inquieto y sofocado. Justo como en ese momento, hundido en el sillón y en sus pensamientos, inmerso en las caóticas brumas de su mente, en esos instantes que rememoraba. Se sentía caliente.

Le ardían las mejillas y las orejas, sentía la lengua pastosa y pesada, levantó la vista intentando despejarse de los ineludibles efectos del alcohol y atrapó a Trelawney guardándose una botella disimuladamente. La sala de profesores pareció volcarse y el murmullo de las conversaciones atiborraron los oídos del pocionista, que apoyó la nuca sobre el reposacabezas al son de un profundo suspiró antes de cerrar los ojos un momento como un pobre intento de controlar el vértigo. Y ahí estaba otra vez el muchacho... con las mejillas encendidas por la vergüenza, desviando esos resplandecientes ojos verdes antes clavados sobre él con intensidad, y ante la evocación de esa imagen, Snape sintió un enardecido bocado en la boca del estómago, y un tirón en su entrepierna.

El profesor de Pociones abrió los ojos de golpe, sorprendido, asustado, agobiado por el calor infundido por el alcohol que sin control había ingerido y que se le concentró en la cara. Se levantó de un salto y, sin mediar palabra, salió como alma que lleva el diablo de la sala de profesores, huyó, con la cabeza gacha, y, como se suele decir, con el rabo entre las piernas.

A duras penas y entre tumbos, el profesor logró llegar hasta la puerta de su despacho, sintiendo ese hormigueo recorriéndolo, la rigidez que, a pesar del paseo por los fríos pasillos de las mazmorras, persistía en su entrepierna. Snape se apoyó sobre la puerta, aturdido, sin lograr sacar de su cabeza a Potter, maldiciendo internamente el segundo exacto en el que decidió que, por una copa más, no pasaba nada. Pero ese había sido, justamente, el problema. Un momento de vulnerabilidad, el alcohol derribando todas sus defensas, sacando a la luz pensamientos que ignoraba tener, arrancándole sin contemplaciones sentimientos que jamás se le ocurrió que podía albergar por, nada más y nada menos, que Harry Potter. Un alumno, su alumno. Además del hijo de su difunto peor enemigo.

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