Prólogo

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Vivo en Los Ángeles, California y aquí la vida no es todo color rosa.

Al menos para mí.

Unos meses después de cumplir los quince mí vida se volvió un caos.
Mis padres comenzaron a discutir constantemente por idioteces y tan solo al entrar a la casa se oían los gritos de mamá y los reproches de papá.

En parte esa fue la principal razón por la cual cambié y me metí en las carreras.
La familia disfuncional qué comencé a tener.

Al principio sus discusiones no fueron una molestia para mí y para Alex, porque todo matrimonio tiene sus altas y bajas.
Pero a medida que iba transcurriendo él tiempo esas discusiones se presentaban día y noche sin importar la hora.
Mi familia se fue desmoronando lentamente y eso fue cambiando mi personalidad poco a poco.

Llegué a la conclusión de que no importaba cuanto tiempo se encontrara alguien fuera de casa, cuándo dejé de ver a Alex, mi hermano, dormir en su habitación por las noches.

Pero lo que realmente termino de cambiarme fue el día que papá después de una fuerte discusión se volvió completamente loco y golpeó a mamá.

Eso provocó que cada vez que veía a papá un miedo intenso se apoderara de mi cuerpo y no permitía que pudiera respirar con normalidad.

Por suerte, después de cinco meses de lo ocurrido ellos se divorciaron y mamá obtuvo mí custodia.

La primera vez que fui a una carrera, Ámber me llevó a él lugar donde se llevaban a cabo.

Acababa de cumplir dieciséis.

Y aún qué sea poco creíble aquí, en Los Ángeles, reinan las carreras clandestinas que consumen y controlan a jóvenes adolescentes que desean escapar de la realidad y de sus problemas.

Adolescentes que deciden arriesgar sus vidas por liberar un poco de adrenalina.

Al principio pensé que era estúpido arriesgar sus vidas por un poco de locura, porqué siempre fui el tipo de chica que se encerraba horas, incluso días, estudiando o leyendo para superarse a sí misma.
Una chica con una fobia social intensa, que vivía con la nariz metida dentro de los libros y se volvió hermética.

Pero ahora, que formo parte de ellas, me sigue pareciendo estúpido, lo admito, pero arriesgar mi vida ya no me importa.

Como dije, las carreras te consumen, e incluso hay veces que te hacen caer en un pozo ciego tan profundo que nadie puede salvarte, ni siquiera tú.

Y a mí me consumieron.

El mismo día que cumplí los diecisiete papá me regaló mí primer auto. Un deportivo Corvette c8 black, un arma mortal en manos equivocadas.

Por supuesto, mis manos entraban en esa categoría, porqué después de ganar mí primera carrera no pude parar. Ganaba carrera tras carrera y eso solo aumentaba mi ego y mis ganas de más.
Y en el camino de regresar a casa tener policías detrás de mí persiguiéndome se convirtió en un hábito recurrente.

Las Carreras Del Amor  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora