Capítulo 2

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—¿Cuándo se cansará de fingir que le duele la pérdida de su madre? —murmuró Laia desde el sofá—. Era pequeña cuando pasó, ni siquiera debe recordarla.

La cocina divide la sala por una pared muy delgada. Desde la mesa se lograba escuchar todo lo que hablaban, porque Laia, no estaba sola, había alguien más con ella.

El aire que me rodeaba se sentía asfixiante, me provocaba estar ansiosa por salir de aquí. El sonido del agua llamó mi atención, la abuela terminó de lavar unos platos en silencio, como si nada ocurriera a su alrededor. Pero al igual que yo ella también las escuchaba, sí sabía todo lo que hacían y decían sobre nosotros pero como lo hizo tiempo atrás, solo se mantuvo al margen.

Probé lo que ella había preparado, ignorando las voces de afuera.

Solo debía calmarme. Un rato más y me iría...

La crema sabía deliciosa.

—¿Te ha gustado? —asentí.

Nora intentó sonreír y habló para restar importancia a la voz de Laia.

—La crema de brócoli era la comida favorita de tu madre, amaba comerla todo el tiempo —tomó la tabla de la alacena—. Tu abuelo Ronan le llamaba la atención cada vez que la descubría porque podía generarle algún malestar.

Hizo una pausa.

—Esa noche fue la última vez que pude prepararla para ella...

Y esto último pareció haberlo soltado sin pensarlo, quedándose en silencio, solo limitándose a acomodar los palitos de pan sobre la tabla para después dejarlos en la mesa.

Quería formular una sola palabra, fallando en el intento.

Esa noche.

Me había centrado tanto en lo último que dijo la abuela que ni siquiera noté cuando Laia se sentó frente a mí.

—Mira, creí que después de la última vez ya no volvería.

Su cabello castaño caía sobre sus hombros, los tacones que llevaba eran blancos con un lápiz labial de un color rojo oscuro que iba a juego con su vestido. Era todo lo que su madre juzgó de la mía la última vez.

Laia sonreía divertida, mirando detrás de mí.

—Me equivoqué al creer que lo harías como lo planeé.

La voz de Evelyn, su madre.

El sonido que emitían los tacones al tener contacto con la madera indicaba que iba hacia la mesa. No tardó mucho cuando llegó hasta el lugar de Laia, arrastrando la silla junto a ella para sentarse.

Acomodando su cabello negro, sonriendo. Laia es igual a su madre, visten de la misma forma. Aunque tampoco era una sorpresa, cuando Evelyn era quien manipulaba a las personas que la rodean, siendo los abuelos unos de los más afectados.

Tomé uno de los palitos de pan que había en la tabla al mismo tiempo en que Laia habló.

—¿Crees que la vida que llevas es normal? —soltó sin dejar de mirarme—. No tienes amigos, la ropa que usas siempre está desgastada, la mayor parte del tiempo cubres tu rostro con esa capucha y ni siquiera conoces nada de lo que te rodea.

No debes caer.

Solo intentan provocarte.

—Eres todo lo que alguna vez fue Everly. Ella siempre estuvo aislada de los demás, tanto que cuando logró tener a su única mejor amiga, esta la dejó en la primera oportunidad que se le presentó —continuó Evelyn, dándole una mordida al palito, manchándolo de labial—. Todo aquel que se acercara a ella corría el riesgo de ser arruinado, para que al final pasara sus últimos años de vida escondida.

NUESTRA ETERNA PROMESADonde viven las historias. Descúbrelo ahora