O3: Conociendo a «su majestad»

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"Eres peligroso, mocoso" "Te tendré a un ojo" "Cuídate la espalda desde ahora" "Protegido hijito de mami" Y bla, bla, bla

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"Eres peligroso, mocoso" "Te tendré a un ojo" "Cuídate la espalda desde ahora" "Protegido hijito de mami" Y bla, bla, bla.

Todas esas amenazas y burlas entraban en mis oídos como el zumbido de una mosca. Ya tenía claro que me había metido en problemas muy pronto, que me convenía mantener un perfil bajo y que era un jodido suertudo por tener la protección de "Madame Lee" en mi trasero.

O bueno... en una gran parte.

"Parece que quienes te quieren muerto se lo tomaron muy a pecho. Te asignaron a la celda de Bang. Y de eso, mocoso, ni Madame ni nadie te podrá salvar. "

Aún rondaban esas palabras en mi cabeza, junto a la sonrisa de satisfacción del policía, como si supiera que iba a sufrir demasiado.

Y es que yo no tenía la menor idea de quién era ese tal Bang.

Era demasiado para mí en tan poco tiempo, ¡sólo llevaba una hora ahí dentro y ya me quería lanzar por las escaleras!

Por suerte, en cuanto conocí mi celda la esperanza afloró en mi corazón. Era justo lo que quería, un lugar simple para descansar y pasar el rato. Para vivir tranquilo de una buena vez, y tomar mis decisiones por más pequeñas y tontas que fuesen.

Ya que hablamos de la prisión, por supuesto que no tenía trabajo de diseñador de interiores, pero a mí me gustaba. Las paredes de la celda eran de ladrillo y el piso de alguna piedra rara, junto a la reja gris como puerta que daba vista al resto de la planta. Era un tanto fría, más aún por las tres diminutas ventanas cuadradas del porte de mi puño en la pared cercana al techo, que dejaba entrar tres pequeños rayos de sol, mismos que chocaban en el suelo en medio del cuarto.

En la esquina a mano derecha tenía una litera asegurada a la pared, con una almohada blanca en cada cama y el plumón de color gris. Pasé la mano por allí y ronroneé por lo suave que era. Tenía sábanas y una frazada a cuadros rojos y beige, y ambos colchones eran igual de incómodos y antiguos. Pero, ¡vamos! Una cama era una cama, ¿y lo mejor? es que era mía, sólo mía. Asignada al recluso Lee Felix.

En el otro extremo de la celda había un lavabo con mesón de mármol y dos cajones de madera, bastante rústico. Un espejo pequeño pegado a la pared y algunos objetos de limpieza e higiene personal regados por el mesón, como cepillos de dientes, máquinas de afeitar, jabón y shampoo, algunas cremas... que seguro pertenecían al otro recluso con el que compartiría. Hice una nota mental sobre conversar con él y acordar separar el mesón en dos partes, así nuestras cosas no se mezclarían.

Más allá tenía una lavadora en mal estado, pero que servía. Un armario, repisas, una maceta con una planta que vivía en el limbo de la muerte por falta de agua y un sofá tan incómodo como el colchón. En medio había una mesita pequeña con dos tazas y tres libros.

Suspiré, enamorado. Como mi primer capricho aquí elegí la cama de arriba, y subí la litera aún con la caja que traía mis cosas en brazos. En cuanto me recosté lancé un gemido de puro gusto, y sentí mi espalda descansar al fin. Olía a perfume masculino, realmente dulce y a la vez fuerte. Aspiré y me relajé. Dejé la cajita a mi lado y la abracé como si fuera un peluche.

Dandelions ♡ chanlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora