025. supposed truths?

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CAPÍTULO VEINTICINCO«¿Supuestas verdades?»

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CAPÍTULO VEINTICINCO
«¿Supuestas verdades?»

El primero de septiembre se abalanzó sobre ellos con una rapidez implacable, disolviendo las últimas hebras de las vacaciones de verano

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El primero de septiembre se abalanzó sobre ellos con una rapidez implacable, disolviendo las últimas hebras de las vacaciones de verano. Madelyn, con el corazón latiendo expectante, caminaba junto a Draco por los andenes de King's Cross, su mirada escrutando la multitud en busca de aquellos ojos azules que la habían cautivado. La estación, un hervidero de estudiantes y familias, parecía un mundo aparte, pero para Madelyn, solo existía la esperanza de un reencuentro.

Sin embargo, el destino, con su ironía característica, tenía otros planes. En lugar del chico que anhelaba ver, se encontraron con Harry Potter, quien se acercó a ellos con la respiración agitada y una expresión de urgencia.

—Madelyn, te he estado buscando por todas partes. —dijo Harry, con la voz entrecortada por la carrera. Había recorrido la estación de punta a punta, su ansiedad creciendo con cada minuto que pasaba.

—¿A mí? —preguntó Madelyn, frunciendo el ceño con confusión. Intercambió una mirada con Draco, quien compartía su desconcierto. ¿Qué podría querer Harry con ella?

—Sí, Sirius quiere hablar contigo. —murmuró Harry, señalando con la mirada hacia una cabina telefónica cercana, donde un perro negro esperaba pacientemente.

Madelyn entrecerró los ojos, reconociendo al animal.

—Ese perro pulgoso... —de repente, la verdad la golpeó como un rayo—. ¡Claro! A veces olvido que es un animago. ¿Me esperas, Draco? No tardaré.

—Por supuesto, te esperaré aquí. —respondió Draco, con una sonrisa tranquilizadora.

Madelyn asintió, su corazón latiendo con una mezcla de anticipación y nerviosismo, y se dirigió rápidamente hacia la cabina.

Al verla acercarse, el perro negro se deslizó ágilmente dentro y, con un destello de magia, se transformó en Sirius Black. La cabina, con su atmósfera claustrofóbica y el olor a metal y polvo, se convirtió en un refugio improvisado para este encuentro clandestino.

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