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Dazai miró aburrido los papeles que tenía entre sus manos. Odiaba a su yo del pasado por no querer hacer su papeleo antes, ahora él debía hacerse cargo mientras estaba acostado esperando a su Omega, como casi todas las noches.
Escuchó a Chuuya salir del baño, seguramente había estado haciendo su rutina de skincare. La cama se hundió a su lado.
— Buenas noches —escuchó la dulce voz de su Omega.
— Buenas noches, Chuu —respondió volteando la cara esperando el beso, sin dejar de mirar los documentos.
El beso era suave, pero estaba durando más de lo normal, sonrió un poco, besar a Chuuya era lo mejor del mundo.
Se separaron y miró el hermoso rostro que tenía enfrente.
Chuuya le dio una dulce sonrisa y le dio unos cuantos besitos más.
Lamió sus labios, deleitándose con el sabor de la saliva de Nakahara.
— Duerme bien... —murmuró su Omega.
Antes de que se diera cuenta, Chuuya se recostó sobre su pecho con un suspiro.
El ligero peso de su Omega cayó sobre su pecho. Chuuya se acurrucó como si estuviera abrazando un peluche.
Su respiración paró y todo su cuerpo se tensó. Dazai estaba haciendo lo posible para no dejar todos los documentos de lado y abrazarlo hasta romperle las costillas y sacarle los órganos por la boca a su pequeño Omega.
Su Alfa estaba excitado por la muestra de afecto de su Omega.
Chuuya no era así, por lo que nunca fue muy cariñoso con él, temía abrumarlo con sus excesivas muestras de afecto.
Tal vez su pequeño Omega sólo estaba hormonal.
Pero Chuuya no se ponía empalagoso cuando estaba cerca de su celo y tampoco olía más fuerte.
Algo extraño ocurría.
Antes de preguntar si algo le pasaba, Chuuya ya había caído dormido.
Él no pudo dormir muy bien, a pesar de que quería hacerlo, el olor de su Omega era tan gratificante que relajaba todo su cuerpo, no obstante su mente no se mantenía tranquila.
Como siempre era su peor enemiga.
Una voz en su cabeza le hablaba.
Él oculta algo.
Pero Dazai negaba y peleaba con esa voz.
Hay algo que no te está diciendo.
Dazai fruncía el ceño.
Chuuya esconde algo.
Negó nuevamente, su Omega era el mejor del mundo, Chuuya le contaba todo.
